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La finca ecologista y animalista (y rentable) de Jacobo Siruela e Inka Martí en Salamanca
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NEGOCIOS ARISTOCRÁTICOS

La finca ecologista y animalista (y rentable) de Jacobo Siruela e Inka Martí en Salamanca

La pareja gestiona sus 40.000 hectáreas heredadas en un pequeño municipio donde han apostado por los métodos más tradicionales

Foto: Jacobo Siruela, Inka Martí y Eugenia Martínez de Irujo, en el funeral de la duquesa de Alba. (EFE/R.Alcaide)
Jacobo Siruela, Inka Martí y Eugenia Martínez de Irujo, en el funeral de la duquesa de Alba. (EFE/R.Alcaide)

Jacobo Fitz-James Stuart Martínez de Irujo, conde de Siruela, es un aristócrata a la antigua usanza. El hijo de la duquesa de Alba que más alejado ha vivido siempre de los saraos familiares ha crecido entre libros y ha dedicado su vida a la cultura.

Como si de un noble del Renacimiento se tratara, Jacobo Siruela, que es como se le conoce, se casó en segundas nupcias con Inka Martí, una bella presentadora y modelo con inquietudes literarias como las suyas, y juntos se aislaron en un pequeño pueblo del Empordà, Vilaür, hasta que decidieron arraigar su vida en el campo y se trasladaron a una aldea salmantina en la que dedican sus esfuerzos a la ganadería y agricultura tradicional.

placeholder Jacobo Fitz James-Stuart e Inka Martí, en ARCO en 2017. (EFE)
Jacobo Fitz James-Stuart e Inka Martí, en ARCO en 2017. (EFE)

Su proyecto es ecologista, como eran antes por necesidad, y animalista, para preservar especies autóctonas y abandonar la intensidad en el trato al ganado. Siruela heredó de su madre este trozo de tierra al que ahora dedica todo su mimo junto a su mujer, quien hace ya años cambió los platós de televisión por el campo, decepcionada por un mundo lleno de purpurina pero falto de letras.

40 kilómetros cuadrados

Se trata de una finca de unas 4.000 hectáreas (40 kilómetros cuadrados, la mitad de la extensión de, por ejemplo, Barcelona) situada entre los términos de Alba de Tormes y Larodrigo; una tierra heredada y casi improductiva a la que el matrimonio ha querido dar una oportunidad. Hace una semana, Siruela y Martí, con buenos amigos en Barcelona por sus años de residencia en Vilaür (donde mantienen la casa y pasan largas temporadas), abrieron las puertas de su campo al periódico ‘La Vanguardia’, donde contaban sus deseos y sus proyectos.

Foto: El duque de Alba. (EFE/Chema Moya)

Cuando visitaron las tierras legadas, la decisión fue casi inmediata. “Inka, tenemos una finca de 4.000 hectáreas y somos ecologistas. O hacemos algo con ellas o lo nuestro es mero postureo, como tantos otros”, cuenta que le dijo a su mujer.

Han sido ocho años de trabajo en los que la pareja ha logrado convertir el lugar en un refugio para el lobo, por ejemplo, animal denostado por muchos ganaderos por su carácter depredador. “Los lobos nunca atacan a vacas o sementales. Suelen atacar por selección natural a los animales más vulnerables que podrían morir por cualquier otra razón (bellotas y cólicos, rayos, diarreas…)”, declaraba Martí en la citada entrevista.

Finca y editorial

Reconvertida en ganadera, apasionada de la naturaleza salvaje, la exmodelo lleva las riendas de la finca y la voz cantante del proyecto porque su marido, también implicado, sigue dedicado a su editorial, Atalanta, responsable de recuperar documentos históricos.

Foto: Vilaür es otro pueblo precioso del Alto Ampurdán. (Cortesía Homeaway)

Como dos renacentistas, decíamos, su lucha ha tenido recompensa, puesto que han convertido su proyecto ecologista en algo rentable. Además, cuentan con subvenciones: “Realmente nosotros tenemos ayuda a la biodiversidad y no hemos puesto dinero de nuestro bolsillo. Es evidente que el negocio funciona. Las vacas y el dinero que recibimos de la PAC permiten que el negocio funcione. No somos unos hippies, aquí hay 1.500 vacas”.

Del lobo a la vaca

Sin pesticidas en la agricultura, refugio para lobos y ganaderos respetuosos con los animales, los Siruela Martí han logrado preservar a la vaca morucha, de piel oscura, autóctona de las tierras salmantinas. Para todo ello han tenido que enfrentarse con la Administración y, sobre todo, con los vecinos y cazadores que habían usado el lugar como campo de caza. Ellos vedaron el espacio a la actividad cinegética, han puesto decenas de denuncias en la Guardia Civil y se han enfrentado directamente con cazadores furtivos para evitar que las escopetas entraran en su finca. Lo han logrado con el tiempo y aseguran que no les ha desgastado el proceso.

Foto: Eloy Martínez de la Pera, Carlos Fitz-James Stuart y Lorenzo Caprile. (EFE/J.P. Gandul)

Denuncias, enfrentamientos y subvenciones son conceptos que no parecen ir a la par con la condición aristócrata de Siruela, un hombre alto y elegante, con un punto de lejanía y ensimismamiento propio de alguien que no ha tenido que preocuparse en la vida. Él siempre ha asegurado que ha buscado “ser independiente” de su familia, algo que ha logrado a pesar de los suyos, incluida su madre, con quien vivió algún roce antes de su muerte.

“He vivido ajeno a la clase social a la que pertenezco, me interesa saber cuál es la historia de esa identidad tan marcada. Supongo que podemos sentirnos orgullosos de pertenecer a una familia que ha sabido mantener intacto su patrimonio durante más de 500 años. Ahora que todo es tan frágil y perecedero, me parece increíble que sea cierto”, ha declarado.

Empresa familiar en Liria

Las dehesas que conforman su finca están todas a nombre de su sociedad Agralsa SA, empresa constituida hace ya 47 años dedicada a la “producción agrícola combinada con la producción ganadera”. Lo curioso es que pese a esa distancia que mantiene de sus hermanos, el negocio de Siruela y Martí tiene su sede social en el Palacio de Liria, casa familiar donde todos se criaron. “El jardín de Liria es el espacio mítico de mi infancia”, ha comentado en alguna entrevista este aristócrata a la manera antigua, alguien que considera que “convendría distinguir que ser aristócrata hoy debería significar algo interno, no externo; la defensa de la civilización contra una barbarie que se apodera de la sociedad”.

Foto: Los jardines del Palacio de Liria. (Cortesía)

Agralsa SA es una de las grandes empresas agrícolas de los hijos de la duquesa de Alba y está presidida por Jacobo. La mayor parte de los hermanos aparecen también en el organigrama de una sociedad que gestiona los terrenos de la familia en Salamanca y en sus últimas cuentas presentadas, las del ejercicio 2022, logró casi 100.000 euros de beneficios. Se dedica a la “adquisición, explotación, arrendamiento o venta de fincas rústicas, agrícolas, ganaderas o forestales, así como a la cría y el engorde de ganado”. Como vemos, la ecología y el animalismo no están reñidos con la rentabilidad de la tierra.

Jacobo Fitz-James Stuart Martínez de Irujo, conde de Siruela, es un aristócrata a la antigua usanza. El hijo de la duquesa de Alba que más alejado ha vivido siempre de los saraos familiares ha crecido entre libros y ha dedicado su vida a la cultura.

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