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La preboda de Cristina con chupitos de tequila y la promesa incumplida de Iñaki
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FAMILIA REAL ESPAÑOLA

La preboda de Cristina con chupitos de tequila y la promesa incumplida de Iñaki

El 4 de octubre de 1997, día del enlace, todo era felicidad en la familia Borbón Grecia y el lote completo de los Urdangarin

Foto: Foto de familia de la boda de la infanta Cristina. (EFE)
Foto de familia de la boda de la infanta Cristina. (EFE)

El 4 de octubre de 1997, festividad de San Francisco de Asís, una radiante Cristina de Borbón vestida por su amigo de la infancia Lorenzo Caprile hacía su entrada en la catedral de Barcelona del brazo de su padre, el rey.

La novia mostraba una cara de haber dormido poco. La noche anterior, en Montjuic, el ayuntamiento costeó y regaló a los novios un impresionante espectáculo de agua, luz, música y fuegos artificiales en la fuente mágica, frente al palacio de congresos, al que acudieron más de medio millón de personas. Después, una cena en palacete Albéniz. Y cuando los reyes y los invitados de las casas reales se marcharon, la infanta Cristina, Urdangarin, el príncipe Felipe y los amigos más íntimos siguieron con la fiesta bebiendo chupitos de tequila hasta pasada la una de la madrugada.

Foto: Iñaki Urdangarin y su hijo mayor, Juan, en Barcelona. (Agencias)

Dentro del templo ya le esperaba Iñaki Urdangarin, el deportista olímpico del que se había enamorado por descarte. Cuando lo conoció en los Juegos Olímpicos de Atlanta, en realidad quien le gustaba a la segunda infanta Borbón Grecia era el jugador de waterpolo Jesús Rollán. A diferencia del que luego se convertiría en marido infiel, Rollán tenía carrera universitaria. Era ingeniero agrónomo y con un futuro prometedor como profesional. La tragedia llegaría muchos años después al caer en el mundo oscuro de las drogas y la depresión y fallecer.

placeholder Iñaki Urdangarin, con la familia real española. (Getty)
Iñaki Urdangarin, con la familia real española. (Getty)

Txiqui, que así le llamaban familiarmente, tenía aspecto de príncipe de película Disney. Era alto, rubio, con ojos azules y con sonrisa permanente. No tenía curriculum académico más allá de COU y la Casa Real le colocó “estudios en empresariales” después de suprimir en la página oficial un título inexistente como “licenciado en Económicas”, una manera de adornar una biografía que en realidad tampoco resultaba necesaria.

Eran tiempos de bonanza y todos se querían mucho. Las aventuras extramatrimoniales del Jefe del Estado solo existían para el CESID y para Sabino Fernández Campos, que tapaba los agujeros como podía.

A falta de título universitario, lo que sí recuperó fue un antepasado santo en la familia Urdangarin. Se trataba del beato San Valentín de Berriochoa, misionero dominico y obispo mártir en Vietnam. La relación directa no se pudo establecer, pero daba igual. Había que buscar oropeles a los 'nuevos' personajes que entroncaban con los Borbón. Y si la madre, Claire Liebaert, estaba encantada y feliz con la boda, el padre, Juan María, no tanto. Fue una figura relevante del PNV y presidente de la Caja de Ahorros de Vitoria y Álava (Caja Vital). Años después se descubriría lo que pensaba el patriarca del clan vasco, que unir sus vidas con la jefatura del Estado no iba a traer cosas buenas.

placeholder Iñaki Urdangarin, la infanta Cristina, la infanta Elena, doña Letizia y Felipe VI. (Getty)
Iñaki Urdangarin, la infanta Cristina, la infanta Elena, doña Letizia y Felipe VI. (Getty)

El rey Juan Carlos le regaló un coche de alta gama que el consuegro vendería tiempo después.

Cuando Urdangarin fue sentenciado con pena de seis años de prisión, Clara Liebaert llegó a decir publicamente: “Nada de esto habría pasado si mi marido viviera”. Juan María Urdangarin falleció en mayo de 2012 a los 79 años sin saber la gravedad judicial que le esperaba a su hijo pequeño.

Un mes antes de la boda, el rey Juan Carlos le había otorgado a su hija el título de duquesa de Palma, igual que a la infanta Elena el de Lugo antes de contraer matrimonio con Marichalar. En ambos casos, ninguno de los dos era titular y cuando llegó el divorcio, Jaime se quedó sin ducado. En el caso de Iñaki, que aún sigue casado a pesar de sus muestras de amor públicas con Ainoha Armentia, fue el rey Felipe quien tomó la decisión. Cuando el juez Castro comenzó la instrucción del caso Nóos y los duques fueron imputados, se quedaron sin el regalo prenupcial.

Pero ese 4 de octubre todo era felicidad en la familia Borbón Grecia y el lote completo de los Urdangarin. Iñaki y Cristina se conocían perfectamente y habían convivido, con lo cual no habría sorpresa para la noche de bodas, que la pasaron en el palacio de Pedralbes. La Infanta fue siempre una mujer liberal en el más amplio sentido de la palabra. Se marchó de la Zarzuela para vivir su libertad personal y afectiva. Los novios tenían pasado amoroso y por lo tanto ninguno de los dos llegaba virgen al matrimonio.

placeholder Boda de la infanta Cristina. (EFE)
Boda de la infanta Cristina. (EFE)

Barcelona no era Sevilla, donde la gente se echó a la calle para ver pasar en calesa a la Infanta Elena y Marichalar ya recién casados. En Barcelona no hubo nada de eso y quizá los más animados eran los extranjeros, a los que la boda les había pillado de tournée vacacional. Hubo un grupo de japoneses que, entusiasmados, fotografiaban a todo lo que consideraban típico de España. Daba igual que fuera un perro con la senyera como collar que un adolescente agitando la banderita española.

Otro de los atractivos de la calle ese 4 de octubre era fotografiarse con las estrellas y colaboradores televisivos que hacían directos. María Teresa Campos emitía desde una terraza frente a la catedral, Ana Rosa Quintana desde otra, Piqueras y sus informativos bien ubicados…. Y la gente en sus casas consumiendo boda a todas horas.

Un cuarto de siglo después del bodón catalán, no queda nada de ese matrimonio feliz. Urdangarin ha pasado página afectiva, que no legal, ya que sigue casado con la infanta Cristina. Se deja fotografiar con su actual novia quizá para aligerar el proceso del divorcio.

El 4 de octubre de 1997, festividad de San Francisco de Asís, una radiante Cristina de Borbón vestida por su amigo de la infancia Lorenzo Caprile hacía su entrada en la catedral de Barcelona del brazo de su padre, el rey.

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