Oihana Subijana: "No buscamos lo ostentoso; lo nuestro es el lujo silencioso, el lujo a la vasca"
Los hijos de padres brillantes suelen gozar de tantas ventajas como de problemas añadidos. Superar a un padre genial —o, al menos, intentar equipararse a él— suele ser misión imposible. No en el caso de nuestra protagonista
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En lo alto del monte Igueldo, con vistas al siempre divino mar Cantábrico y rodeado de verde, el universo Akelarre no ha dejado de transformarse desde que, en 1975, el gran chef, escritor y divulgador Pedro Subijana abriese las puertas de su legendario restaurante, rubricado hoy con tres estrellas y tres soles. Nadie pone en duda que Subijana es, junto con Juan Mari Arzak, uno de los padres y nombres clave de la Nueva Cocina Vasca.
Hoy toca hablar del presente, ejemplificado en Oihana Subijana (San Sebastián, 1976), hija de Pedro y directora general del restaurante y del hotel homónimo que surgió como prolongación natural del templo gastronómico. Desde 2017, desde su inauguración, Oihana está especialmente pendiente del hotel —adscrito al prestigioso sello de calidad Relais & Châteaux— con una mezcla de respeto por el legado familiar y las ideas más que claras sobre lo que debe ser la hospitalidad contemporánea.
“Este año lo hemos empezado muy bien —dispara Oihana (que significa selva, salvaje) mientras regresa a Donostia tras un certamen en Madrid—. Por suerte, San Sebastián se ha desestacionalizado bastante. Antes solo era verano, pero ahora la temporada se alarga, lo cual es una maravilla. Al ser hoy un destino más gastronómico que de sol y playa, el turista de calidad se aprecia mucho más. Así que, sí: tenemos por delante una temporada de las buenas”.
No nos resistimos a la hora de preguntarle a Oihana en qué se parece al gran Pedro Subijana y en qué es totalmente opuesta a él. “Somos clavaditos en cuanto al carácter. Los dos tenemos mucho temperamento y los dos somos adictos al trabajo. Chocábamos mucho cuando yo era más joven. Él es superinnovador en cocina y yo en cuestiones de gestión. Él es cocinero y yo muy analítica. A veces no nos entendíamos, pero ya lo hemos solucionado. Hoy por hoy: somos los mejores amigos”.
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“Antes, San Sebastián solo era verano. Al ser hoy un destino más gastronómico que de sol y playa, el turista de calidad se aprecia mucho más. Tenemos por delante una temporada de las buenas”, Oihana Subijana
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Tras sus primeros pasos profesionales en Tolosa, Hernani, Madrid y Estella, Pedro Subijana se hizo a mediados de los años setenta con las riendas de un modesto merendero con vistas al Cantábrico llamado Akelarre. Arrancaba así un camino de 50 años que acabaría consolidándole como uno de los mayores referentes de la alta cocina internacional. Desde entonces, los fogones y el paisaje han ido de la mano: producto local, técnica precisa y creatividad sin perder de vista las raíces.
Cuando llegaron las tres estrellas Michelin, en 2007, Akelarre ya era un referente mundial. La idea de abrir un hotel no fue tanto una estrategia como una consecuencia lógica. Quienes venían a comer pedían más: un lugar donde quedarse, donde prolongar la experiencia. Así nació el hotel, pensado desde el inicio no como un simple alojamiento, sino como una forma de habitar ese paisaje.
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Oihana se implicó desde el primer momento. Formada en dirección hotelera, conocía bien el mundo al que se enfrentaba, pero también sabía que tenía en sus manos algo diferente. Akelarre no podía ser un hotel de lujo más. Tenía que tener alma. Por eso la arquitectura no compite con el entorno, se funde con él. El edificio apenas se deja ver desde fuera. Se esconde en la ladera, entre piedra y vegetación, con terrazas que se asoman al mar y materiales que huelen a bosque: maderas nobles, tejidos suaves y luz natural por todas partes.
Hora de volver a preguntar: para lograr un hotel con este nivel de excelencia, ¿hay que renunciar a algo? “Cuando pensamos en abrir un hotel, nos planteamos cómo nos gustaba que nos tratasen a nosotros como huéspedes. Sabíamos que tenía que ser un hotel pequeño para poder ofrecer una atención verdaderamente personalizada. Las grandes cadenas de lujo funcionan, pero la mayor parte de las veces les falta alma. Nosotros queremos que el cliente se sienta en su casa, con ese cariño, esa cercanía. En euskera decimos 'gozotasuna', una palabra que describe perfectamente la dulzura, la calidez. Esa es nuestra esencia”.
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“Sabíamos que tenía que ser un hotel pequeño para poder ofrecer una atención verdaderamente personalizada. Las grandes cadenas de lujo funcionan, pero la mayor parte de las veces les falta alma”, Oihana Subijana
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En ese equilibrio entre el interior y el exterior, entre lo cálido y lo sobrio, Oihana ha ido moldeando la identidad del lugar. El restaurante principal sigue siendo el corazón, pero bajo su dirección surgió también Espazio Oteiza, una propuesta gastronómica más relajada y flexible que abre desde la mañana hasta la noche. Allí se puede desayunar, tomar algo al sol, alargar la sobremesa con un cóctel o cenar mirando al mar.
La carta recoge sabores del entorno sin intentar imitar lo que pasa en la sala de al lado. Platos con producto local, recetas reconocibles, alguna reinterpretación y ese estilo tan propio de la casa, en el que nada está de más y todo sabe a gloria.
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El hotel Akelarre cuenta con 22 habitaciones, todas con vistas al salvaje Cantábrico, con terrazas amplias y una atmósfera que invita a detenerse. Algunas tienen piscina privada, otras simplemente una butaca desde la que mirar el horizonte. No hay grandes alardes ni fórmulas decorativas de moda. Todo está pensado para que el huésped se sienta en paz.
¿Estamos ante la más perfecta definición del lujo a la vasca? “Como hotel, Akelarre tiene lo justo y necesario, cero artificios. Todo es de primeras calidades, pero sin alardes. Todo es sencillo y huye de las ornamentaciones, de los excesos. No buscamos lo ostentoso, lo nuestro es el lujo silencioso”.
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“No buscamos lo ostentoso, lo nuestro es el lujo silencioso”, Oihana Subijana
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'Salus Per Aquam' en el hotel de los Subijana
En esa misma sintonía está el spa, que no solo es un añadido, sino una de las formas más concretas de entender lo que Oihana y su equipo quieren ofrecer: descanso real. El spa ocupa 800 metros cuadrados de la planta baja, con acceso también para personas que no están alojadas. Es un espacio solo para adultos, diseñado con una idea muy clara: ayudar a desconectar, a reiniciar, a sentirse mejor a través del silencio, la arquitectura, el ritmo lento y el entorno.
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Dentro hay una piscina con circuito de hidromasaje, una sauna seca, hammam y varias cabinas de tratamiento, incluida una doble para quienes prefieran compartir la experiencia. Tras el circuito, se accede a una zona de relax orientada hacia el mar, donde todo invita a detenerse: tumbonas frente al paisaje, infusiones, luz natural. También hay vestuarios individuales y un gimnasio abierto 24 horas y equipado con todo lo necesario, pero sin ostentaciones.
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Los tratamientos, por su parte, beben de una idea holística del cuidado. Se trabaja con dos marcas principales: Sisley Paris —con sus fórmulas basadas en extractos vegetales— y Valmont —los expertos suizos especializados en resultados visibles—. A partir de ahí, cada propuesta se adapta a lo que necesita el cuerpo: desde rituales largos, pausados y sensoriales hasta tratamientos faciales personalizados y masajes específicos.
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Para quienes no están alojados en el hotel, hay una fórmula específica que permite sumarse durante unas horas a esta atmósfera: la experiencia Akelarre Wellness & Spa, que incluye acceso al circuito, un tratamiento y una selección de snacks y bebidas en Espazio Oteiza.
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Más allá de los muros, el equipo de conserjería propone experiencias que conectan con el territorio: excursiones por los acantilados, rutas en barco, visitas a bodegas, escapadas por San Sebastián… Pero nadie obliga a moverse. Para muchos, el mayor lujo consiste en quedarse, dejar que pase el tiempo y ver cómo la luz cambia sobre el mar. En esto también, Oihana ha sabido conjurar el equilibrio perfecto.
En lo alto del monte Igueldo, con vistas al siempre divino mar Cantábrico y rodeado de verde, el universo Akelarre no ha dejado de transformarse desde que, en 1975, el gran chef, escritor y divulgador Pedro Subijana abriese las puertas de su legendario restaurante, rubricado hoy con tres estrellas y tres soles. Nadie pone en duda que Subijana es, junto con Juan Mari Arzak, uno de los padres y nombres clave de la Nueva Cocina Vasca.