Carlos Zayas, pareja de Massiel, dirigente del PSOE y guardián de los almendros

Carlos Zayas se retiró a Mallorca hace años y es en su isla donde ha fallecido a los 88 años. Abandonó la escena pública y vivía feliz en su casa de Biniaraix Sóller. Organizó la reforestación privada más importante en las Baleares a través de la fundación Amics de la Terra de Mallorca y fue su lucha ecológica, una vez que abandonó su papel como político activo. El verano pasado publicó sus memorias, en las que hacía referencia a su lucha por la democracia que le llevó a pasar tiempo en la cárcel. En estos últimos años decía que lo único que le interesaba, además de pasar tiempo con su mujer y sus hijos, era trasladarles su amor por la naturaleza: “La salvación del planeta ya no está en nuestras manos sino en las de ellos”.

Organizaba tertulias nocturnas en verano que podían acabar al día siguiente con un desayuno típico a base de 'pa amb tomaquet'. No frecuentaba los ambientes del poder, ya fueran intelectuales, empresariales o políticos. La gente que llegaba a él era para disfrutar de la vida y de la sobrasada con miel. Durante un tiempo solía acudir a la Copa del Rey de Vela más como divertimento que como relaciones públicas. “No lo necesitaba. Era un hombre con muchas inquietudes y estar con él era aprender”, cuentan amigos que hoy están de luto.

En su afán por cuidar el medioambiente fue precursor del cuidado de árboles autóctonos como la palmera datilera, los almendros, los palmitos y las sabinas en Formentera. En su campo de Sóller tenía sus árboles, a los que abrazaba “porque me dan la vida”, decía. Fue uno de los fundadores de ‘Cambio 16’ y después del diario ‘El Mundo’.

Durante varios años, su vida pública estuvo unida a la de Massiel, con la que tuvo un hijo, Aitor, que se mantuvo alejado del foco mediático. Después se casó con Sandy Hemingway. De esta relación nació Fiona, arquitecta de profesión y que le ha dedicado un precioso recuerdo en sus redes sociales.

“Has hecho que mi vida siempre sea plena, tranquila, llena de paz y de amor (por muy hippie que suene) y he aprendido a valorar cada momento de la misma y a proteger este planeta tan precioso que tenemos, que sin duda es lo que nos permite poder ser felices aunque muchos aún no se hayan dado cuenta. Gracias papi”.

Fiona, que recibió de sus padres el activismo por el cuidado del planeta, acababa su mensaje con palabras muy emotivas: “Nos veremos papi, no dudes que seguiremos hablando aunque sea por un teléfono diferente del que hemos usado hasta ahora. Te quiero. Y puedes estar tranquilo, voy a cuidar a mama, tu fiel compañera y a la que tanto has querido, que es tu otra mitad… Después de cuarenta años juntos la unión forjada es algo indestructible, pase lo que pase. Igual que la nuestra, que es infinita”. Y se despedía: “Tu niña”.