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El nuevo camino de Eliza Arcaya, la venezolana mejor conectada de Madrid, tras la tragedia de su hijo
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ENTREVISTA

El nuevo camino de Eliza Arcaya, la venezolana mejor conectada de Madrid, tras la tragedia de su hijo

Fue Lola, la cocinera de la casa familiar de El Paraíso, quien le enseñó a cocinar. Quiso trasladar aquella sensación de hogar a su Café Murillo, y lo consiguió. Pero el accidente de su hijo Joaquín en 2018 le cambió la vida

Foto: Eliza Arcaya, en un desfile de Dior. (Getty)
Eliza Arcaya, en un desfile de Dior. (Getty)

Eliza Arcaya, su marido y dos hijos pequeños llegaron a Madrid en el 2002 desde Caracas. Después nacería la tercera, una niña. En Venezuela el matrimonio tenía una existencia tranquila y un nivel económico alto. La razón de su cambio de vida tuvo que ver con el “paro petrolero” y la huelga general que paralizó el país. No tenían familia, pero sí unas buenas amigas y el conocimiento de haber viajado con sus padres varias veces a España. No fue fácil. Dejaba familia, dos restaurantes, un catering, una tienda de delicatessen y no sabían lo que sucedería con sus vidas.

Convirtió una antigua bodega en el barrio de Los Jerónimos en un lugar de referencia para los vecinos de la zona, los turistas y los amigos que son parte de la familia de la empresaria. El Café Murillo es la joya de la corona que en un momento de su vida tuvo que dejar apartado ante la tragedia que supuso el accidente de su hijo Joaquín.

Se encuentra detrás del Museo del Prado, lindando con el Jardín Botánico y en la plaza que lleva el nombre del pintor sevillano. Desde su apertura se convirtió en punto de reunión del grupo de amigos venezolanos, entre los que se encuentra Carolina Herrera hija, con la que en su día montó Baby Deli, un negocio relacionado con el mundo infantil.

placeholder La casa familiar de los Arcaya, El Paraíso. (Cortesía)
La casa familiar de los Arcaya, El Paraíso. (Cortesía)

Otro de sus íntimos es Boris Izaguirre, que fue clave a la hora de renombrar algunos de los platos que se ofrecían en la carta. Se convirtió en uno de los primeros en visitar Murillo. La amiga le comentó que no estaba muy cómoda porque le parecía que la carta no reflejaba lo buena que era la comida y su calidad. “Pues esto se arregla enseguida”, le dijo, y cogió un bolígrafo y empezó a titular primero las pizzas (una de las especialidades) con nombres de emperatrices como Sissi, Josefina, Margarita. Y siguió con personas interesantes y así surgió la ensalada Gandhi, la de la duquesa de Alba o la de la amiga de ambos Carolina Herrera. Los periodistas Raúl del Pozo y Pilar Cernuda forman parte del grupo amistoso, aunque por ahora no tienen su especialidad.

“Siempre me ha gustado cocinar, desde que era chiquita. Mi abuelo nació en 1874 y mi papá en 1917 y siempre había la tradición de almorzar todos juntos los sábados. Éramos cincuenta primos hermanos y en la casa familiar El Paraíso había una cocinera fantástica que se llamaba Lola y nos daba de comer a todos. La costumbre era que se servía un solo plato que era buenísimo. Se comía fabada o la polvorosa de pollo, que me gustaba mucho”. La niña Eliza entraba en la cocina y se fijaba en todo.

“La señora Lola, que murió en casa de mi abuela a los 103 años, no tenía recetario y para aprender había que estar presente en la cocina. Y decía como explicación 'hay que echar un puñito de esto, una taza de aquello, una pizca de esto otro'. Me encantaba estar con ella”. Y no solo aprendía en la cocina: “Mi abuelo tenía una biblioteca enorme que se donó a la Biblioteca de la Nación y yo me quedé con los que eran de cocina. Y siguen conmigo en mi casa”.

Ha mantenido la costumbre de sus abuelos cuando convoca en su casa. “Hago lo mismo. Un plato contundente como el chupe de pollo, que es una receta venezolana que genera además mucha conversación porque le vas echando muchos ingredientes. Mi casa es como era antes El Paraíso, que servía como lugar de reunión familiar y de amigos y estaba prohibido hablar de religión, política y dinero. Eran unos momentos de saberte cobijado. Estudié Diseño Gráfico en Nueva York, una carrera que trata de juntar elementos. Lo mismo hago con la comida para que funcione en un plato y en un ambiente”.

placeholder Eliza Arcaya, en su casa de Madrid.
Eliza Arcaya, en su casa de Madrid.

Su historia personal le ha servido para volver a las raíces, a las que uno puede tocar, a lo que resulta confortable. Todo es posible en este nuevo camino que ha comenzado a recorrer en solitario tras una travesía del desierto donde no había tiempo para llorar, sí para rezar y solo buscar alternativas para que su hijo volviera a resetear su cerebro que se interrumpió un 18 de agosto de 2018 en Jamaica.

"Han llegado los cambios y me he transformado como persona y como empresaria". Eliza Arcaya vuelve a sus orígenes con un renovado servicio de catering, ElizaArcayaCooks, y una línea de ropa muy básica AMPM. “Son patrones muy bien cortados, sin ser costosos y puedes llevarlos de la mañana a la noche”.

Esta idea tiene su origen en las muchas horas en el hospital. “Cuando yo no podía trabajar y pasaba tanto tiempo entre terapia y terapia de Joaquín, me hice unos uniformes para estar cómoda. Y de esas horas salió esta marca. Fueron momentos muy duros porque mi hija pequeña tuvo anorexia. El accidente de Joaquín lo centralizaba todo. Como madre fue muy difícil. Y los dos por temas relacionados con la cabeza, que es nuestro motor. El uno por accidente y la otra por un tema emocional. La recuperación de ambos fue impresionante. Yo me apoyaba en mi fe y en la medicina española. Tengo admiración por el sistema público sanitario, por los profesionales, por su generosidad, su entrega y su dedicación. Lo que más temía en mi vida era que les pasara algo a mis hijos y perder mi libertad. Y las dos cosas me llegaron de golpe”.

El Café Murillo sigue siendo el punto fuerte en la vida laboral de la empresaria. Aquel reino de dimensiones domésticas traspasó fronteras al acudir a comer allí Michelle Obama en dos ocasiones que estuvo en Madrid. Fueron sus amigos, el embajador James Costos y su marido Michael Smith, decorador personal del ala privada de la Casa Blanca, los que la aconsejaron probar la milanesa, los tequeños o las tortitas de maíz con queso venezolano entre otras delicias culinarias.

Recuerda la impresión que le causó la visita de la que en aquel momento era la primera dama. “Llegó con su equipo de seguridad, que era impresionante tanto por el aspecto físico de los escoltas como por el séquito, con un hospital portátil, médico, enfermera, asistentes... Todo resultó mucho menos aparatoso luego en directo. Ella misma pagó su cuenta y fue muy amable”.

placeholder Foto del interior de El Paraíso.
Foto del interior de El Paraíso.

El mismo trato recibieron Alec Baldwin, Juanes, Falcao, Tim Burton o los clientes que se alojan en los hoteles cercanos. “Mi hermana y yo teníamos un restaurante en Venezuela y queríamos que aquí fuera igual, con un ambiente de casa, de nuestro club”. En esos inicios le asombraba que en esa zona de tanto tránsito de turistas no hubiera un restaurante con horario ininterrumpido desde las nueve de la mañana hasta las doce.

Ha pasado el tiempo, y en este recordatorio lo que marca su vida es su nueva andadura vital tras los siete años en los que perdió su libertad para sacar a su hijo Joaquín adelante tras un accidente donde no había futuro. Tenía 19 años y la familia se encontraba en Jamaica celebrando el cumpleaños de una de las hijas. Eliza vivió la situación más difícil de su vida. “Un accidente absurdo al caer por un desnivel el carrito de golf. Traslado urgente a un hospital en Miami donde nos dicen que no se puede hacer nada, y si se puede es para quedar en estado vegetativo. Su cerebro había dejado de funcionar y fue entonces cuando escuché la frase terrible: 'Habrá que desconectarlo'. En aquellos momentos me entregué a Dios, a un santo venezolano llamado José Gregorio Hernández y recé. No había tiempo para llorar sino para tomar decisiones. Y volvimos a España. Entre amigos y familia hicimos un grupo de investigación”.

placeholder Eliza Arcaya, posando después de la entrevista.
Eliza Arcaya, posando después de la entrevista.

Hoy su hijo Joaquín es autosuficiente, estudia, va al gimnasio y tiene una vida con futuro. “A mis 54 años tengo una casilla nueva para señalar y enfocada en el día a día. Despertarme y conseguir las metas que me he planteado. Y si no es hoy, será mañana. Ya no me angustio por el futuro. Lo que importa es el aquí y el ahora. He vuelto a retomar las riendas de mi vida”.

Eliza Arcaya, su marido y dos hijos pequeños llegaron a Madrid en el 2002 desde Caracas. Después nacería la tercera, una niña. En Venezuela el matrimonio tenía una existencia tranquila y un nivel económico alto. La razón de su cambio de vida tuvo que ver con el “paro petrolero” y la huelga general que paralizó el país. No tenían familia, pero sí unas buenas amigas y el conocimiento de haber viajado con sus padres varias veces a España. No fue fácil. Dejaba familia, dos restaurantes, un catering, una tienda de delicatessen y no sabían lo que sucedería con sus vidas.

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