Es noticia
Menú
Nos citamos en Madrid con Paola Marzotto, la madre activista de Beatrice Borromeo
  1. Celebrities
VA STUDIO| ENTREVISTA

Nos citamos en Madrid con Paola Marzotto, la madre activista de Beatrice Borromeo

Periodista, fotógrafa, combativa... Son muchas las facetas de la consuegra de Carolina de Mónaco, que inaugura la exposición 'Antarctica, Melting Beauty' en Madrid

Foto: Paola Marzotto. (Chus García)
Paola Marzotto. (Chus García)

Lo primero que llama la atención cuando Paola Marzotto sale a recibirnos desde un rincón del Patio Central de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas y Energía de la Universidad Politécnica de Madrid no es su más que acreditada elegancia, ni su enorme parecido físico con su hija, Beatrice Borromeo, mujer a su vez de Pierre Casiraghi, sino la cercanía y el abrumador entusiasmo con el que nos habla de su exposición fotografíca, 'Antarctica, Melting Beauty' ('Antártida, belleza que se derrite'), que se puede visitar hasta el día 28 de febrero, y del concurso de fotografía naturalista que ha puesto en marcha con la misma escuela y que responde al que es su hashtag en Instagram, Better Earth Than Mars (Mejor la Tierra que Marte).

Los lectores habituales de la crónica social es muy probable que estén familiarizados con su figura a consecuencia del matrimonio de su hija Beatrice con Pierre Casiraghi, hijo a su vez de Carolina de Mónaco, pero tal vez no sean conscientes de la magnitud del linaje al que pertenece. Su familia hunde sus raíces en el Imperio otomano en el siglo XVIII y su abuelo, Gaetano Marzotto, fue un industrial textil que llevó al apellido en los años 30 del siglo pasado a codearse en términos de poder e influencia con los Agnelli, los Pirelli y los Olivetti. Fue precisamente en 1939 Benito Mussolini quien le concedió el título de conde de Valdagno Castelvecchio, por la creación junto al arquitecto Francesco Bonfanti de una ciudad social en su localidad natal, Valdagno, conocida por el sobrenombre de Ciudad de la Armonía. "Mi abuelo no era fascista, pero en ese momento no podía manifestarlo", subrayaba su nieta Paola en una entrevista con Radio Filarmonia el año pasado.

Su madre, la recordada modelo Marta Marzotto, organizaba reuniones en el Palazzo Stucchi de Portogruaro, a 70 kilómetros de Venecia, donde ella conoció al 'who is who' de la vida social y cultural desde su infancia. Una figura legendaria cuyo matrimonio con el empresario Umberto Marzotto causó cierto escándalo en la alta sociedad, según la propia Paola recordaba recientemente en una entrevista, y que tras su divorcio tuvo dos grandes amores, el político y escritor Lucio Magri y el pintor Renato Guttuso. Y ese aura que la convirtió en un icono de estilo lo ha heredado su hija. Podemos dar fe.

placeholder Vista de una de las obras de Marzotto.
Vista de una de las obras de Marzotto.

Empecemos hablando de su empresa Eye-V Gallery, que nace con la vocación de dar voz a su compromiso y el de otros artistas comprometidos con el medioambiente.

Yo soy una afortunada por mi familia, ya que soy la séptima generación de empresarios, aunque en realidad yo no soy empresaria. Ahora estoy haciendo esta empresa cultural, Eye-V Gallery -una galería global especializada en fotografía neonaturalista con sedes en Uruguay, Milán y Nueva York-, en la que trabajo en un movimiento cultural para la toma de conciencia espiritual y emocional más que intelectual con lo que está pasando. Para conectarnos con la naturaleza, que es la única forma de salir de este problema.

Su conciencia ecologista viene de muy atrás, con pequeños pero significativos gestos. Como cuando en los años 80 se llevaba a limpiar las playas de Cerdeña durante sus vacaciones a sus hijos: Carlo, diseñador industrial, actualmente casado con la diseñadora de moda Marta Ferri, con la que ha tenido tres hijos, y Beatrice, que le ha dado dos nietos más.

placeholder Foto: Chus García.
Foto: Chus García.

Usted tuvo muy claro que quería inculcarles a sus hijos el compromiso con la preservación de la naturaleza.

La educación es importantísima, lo que veo es que en aquella época limpiaba la playa cada verano, pero se quedaba ahí... Ahora el tamaño, la dimensión de todo el problema que tenemos, es tan grande que la gente no está preparada. No es que yo esté más preparada que los demás, pero tuve un baño de conciencia enorme. Me he dado cuenta de que no tenemos casi tiempo, que no hay tecnologías útiles para los problemas que tenemos. Por ejemplo, hay una isla en el Pacífico, 30 veces más grande que la Toscana, que es uno de los 11 basureros en el mundo marinos. Me doy cuenta de que o hacemos cada uno lo que podemos o no tendremos salida. Sobre todo lo que más cuesta es hablarlo, porque la gente piensa que eres una fanática o que me creo Greta Thunberg, pero yo no tengo ningún interés, lo hago porque lo tengo que hacer.

Foto: Pierre Casiraghi. (Imagen: Brett Lloyd para Dior)

No podemos pasar por alto que su yerno, Pierre Casiraghi, se puso al mando de su velero Malizia II para llevar a la activista sueca desde el Reino Unido a Nueva York para participar en la cumbre climática de la ONU el 23 de septiembre de 2019, un viaje de casi dos semanas con cero emisiones. Un gesto muy significativo que tuvo una enorme trascendencia mediática y, sin duda, más allá de la relevancia global de Thunberg, la presencia del hijo de Carolina de Mónaco atrajo el foco de publicaciones que habitualmente no tratan este tipo de cuestiones.

Está dedicada ahora mismo en cuerpo y alma a su empresa, que funciona como una fundación, y a esta gran causa. ¿Qué cree que puede aportar específicamente?

Es un gran desafío para mí. Hacía muchos años que no me ocupaba de manera oficial de la fotografía, desde los años 70 y 80. Yo me estoy implicando con toda mi alma y mi energía en esta empresa porque me doy cuenta de que no podemos dejar solos a gente como Greta Thunberg o Leonardo DiCaprio, que representan solo a una parte del mundo. Greta representa a gente muy joven que sufre, pero no tanto a la de mi generación, y él es una celebrity. Yo espero llegar a la gente como persona normal, del mundo normal, en una realidad normal para que la gente entienda lo grave que es la situación.

Una vida rica en experiencias

Marzotto, que estudió Psicología y Antropología en Roma, llegó a la fotografía de manera autodidacta y logró abrirse camino como periodista, un gremio cerrado en la época y una profesión que también ha abrazado su hija: "Soy fotógrafa profesional desde que tenía 20 años, en 1975, y estuve sacando fotos en el rodaje de 'Apocalypse Now', de Francis Ford Coppola -fue una de las tres fotógrafas a las que se dio acceso en Filipinas, aunque no pudo retratar a Marlon Brando, protegido por su propio entourage y al margen del resto del reparto-, y esta exposición, 'Antarctica, Melting Beauty', no nació con la voluntad de documentar nada, fueron fotos que hice con mi iPhone, como recuerdo, nada más".

Desde hace mucho pasaba gran parte del año en Punta del Este (Uruguay), en plena naturaleza, en una propiedad que, como ella misma decía con humor a la revista argentina 'Caras', "es más amplia que el Vaticano, que tiene 44 hectáreas y mi campo 45", pero la pandemia fue determinante para que se haya quedado de una manera más definitiva. Allí lleva una vida sana, practica deporte (ya está recuperada de una fractura de tobillo que sufrió), cultiva su propio huerto y ha creado un punto de encuentro familiar, afectivo e intelectual.

Más allá de la pandemia, ¿qué le llevó a decidir establecerse de manera permanente en Punta del Este?

Desde hace muchos años no puedo pensar en vivir en una gran ciudad. Siempre digo que todos somos pecadores y lo que digo lo digo en primera persona -comenta en alusión a que no ha renunciado del todo al mundo urbano-. Vivo en el campo y soy una superprivilegiada. La ciudad no la aguanto. Hay gente que no aguanta estar en el campo sin salir por la noche o ir a restaurantes. Aunque estuviera mirando unos yuyos (hierba silvestre) ya estaría feliz. Ahora estamos haciendo rewilding (renaturalización de espacios) con la Fundación de Laetitia d'Arenberg y es algo que me da una satisfacción enorme.

placeholder Foto: Chus García.
Foto: Chus García.

Desde hace años estuvo a caballo entre Milán y Uruguay, ¿qué le enamoró de este país?

Voy a Milán a ver a mi hijo y a mi hija en Francia, y en Milán tengo un pequeño apartamento, pero no vivo allí. Todavía soy residente fiscal en Italia y soy italiana, pero me siento mucho más residente en Uruguay. Es un poco lo que era Europa en los años 60 y 70, poca concentración de gente, la luz maravillosa, sus puestas de sol que solamente se dan en Sudamérica... En España y Francia no hay tanta concentración de gente como en Italia. Veraneo desde hace algunos años en Asturias, cerca de Ribadesella, tengo muchos amigos allí. Me encanta el Principado de Asturias. La vida que hago en Europa es distinta, es más peligrosa para una mujer sola... No hay un núcleo social, la sociedad es menos compacta que en Uruguay. Allí hay una comunidad extranjera muy interesante; un poco como yo, gente que ha escapado de los problemas, que ha buscado un mundo mejor. Y no aplicamos el discurso del granito de arena, porque eso ya no es suficiente, hay que escalar, hay que implicarse. Cada uno tiene la posibilidad de hacer un impacto en su área.

Un viaje impactante

La exposición que ha llegado ahora a Madrid fue fruto de un viaje que podríamos considerar iniciático, aunque el propósito inicial era muy distinto: "Cuando mi hijo y su mujer estuvieron de luna de miel en la Antártida, me convenció para que fuera, para que viera las ballenas... pero cuando estuve no había ballenas. Fue un viaje por curiosidad, no espiritual ni nada de eso. Me preocupaba caminar en el hielo, tengo 66 años, entonces tenía 64 años, porque estaba sola. No hacía más que preguntar, no porque quisiera hacerlo, porque, como digo, me daba miedo, que cuándo íbamos a poder caminar por el hielo y su lenguaje corporal me decía que no había forma... Saqué las fotos no para documentarlo sino porque me encantaba el velo de niebla, de luz amarilla, estos cielos que se rompen... Cada día estaba esperando ver la banquisa polar, pero no llegaba. A la Antártida se va con rompehielos, que ya no se necesita, porque no hay hielo que romper".

El descubrimiento del deterioro de la Antártida fue para usted una experiencia transformadora.

Cuando regresé estaba en estado de shock y el pelo en torno a la frente se me había puesto blanco por el susto. Me duró un año. Fue un shock emocional. Cuando se paró todo por la pandemia empecé a pensar que había una esperanza y que todo el mundo iba a cambiar los conceptos, las formas y las maneras de consumir. Se ha abusado de la comunicación científica y a la gente le entra por un oído y le sale por otro cuando oye hablar de medioambiente. Vivimos en un mundo muy rápido, la gente no tiene tiempo. Por eso estoy aquí, no me interesa la publicidad. Soy mayor y tengo cinco nietos, lo hago por ellos y por mis hijos. No puede ser, no estamos hablando como los políticos, que hacen proyecciones a 2030, ocho años a partir de ahora. Estamos hablando del hecho de que no existe el 2030, no como nosotros pensamos, sino con una catástrofe ambiental exponencial.

¿Cómo empezó a predicar con el ejemplo?

Cuando me di cuenta de todo eso, dejé de volar. Me dicen que estos gestos no sirven. No importa, yo lo hago. Me parece maravilloso trabajar desde mi casa. Claro, no tengo tres hijos pequeños, porque me volvería loca. Poder trabajar a día de hoy con la tecnología que existe desde tu propia casa sin tener que estar una hora en el tráfico. Siempre he tenido un trabajo creativo, la fotografía, la moda, es mucho más fácil... Te quita ansiedad también. Mi pequeño mundo era muy sano, pero tenía dos coches, uno por la chacra (finca), otro para mí, que usaba poquísimo. Ahora tengo coche eléctrico. Sé que contamina, pero menos. Estamos muy cerca de una catástrofe planetaria y la gente no lo quiere ver.

Su actitud vital

Sin embargo, vivir bajo unos postulados más sostenibles no siempre es posible ni accesible a todas las economías y Paola es consciente de ello: "¿Cómo consigues que todo el mundo coma orgánico si es carísmo? La gente tiene que pedir las cosas. Cuando la gente pide la democracia, llega la democracia; cuando la gente quiere hacer la revolución, llega la revolución. Ahora necesitamos una revolución cultural. No te digo que la gente se haga vegana, yo lo he intentado tres veces y no lo he conseguido. Por ejemplo, casi no como carne, si como pollo debe ser orgánico, de un amigo que los cría".

Y confiesa cierto pavor por los pollos criados en macrogranjas: "En 1978 viajé a China con el padre de mis hijos, que era un hombre casado, porque todos somos pecadores -dice en alusión a Carlo Ferdinando Borromeo, conde de Arona, que estaba casado con la modelo Marion Zota, con la que tuvo una relación de ida y vuelta y tres hijas, Isabella, Lavinia y Matilde-. Vi un criadero de pollos y era una cosa de terror, gritaban... Me olvidé de la cría de pollos durante 45 años hasta que llegó la gripe aviar, la lograron controlar y también lo han logrado con otras. Sin embargo, no me gusta ser Casandra -la trágica pitonisa de la mitología griega-, pero la pandemia no se ha ido, vemos lo que queremos ver, pero hay distintas cepas... La Unión Europea ha declarado abierta la era de las pandemias. Sabemos qué va a pasar. Uno debe pensar en reconvertir su modelo".

Paola intentó diferentes vías para hacer realidad su mensaje, incluso la política, que no dio el resultado esperado: "No he cambiado mi trayectoria para nada. Desde los años 90. Antes era más difícil porque tenía niños pequeños. Empezaba entonces a ocuparme con algunas asociaciones, lo que en América se llama 'charities'... Incluso participé en política, en una iniciativa idealista con Antonio Di Pietro, L'Italia dei Valori (La Italia de los Valores), a ver si se podía hacer algo, pero no se pudo...".

placeholder  Foto: Chus García.
Foto: Chus García.

También muestra su estupefacción ante el dispendio de recursos en iniciativas que considera estrambóticas: "Hay que invertir en tecnología, pero para qué estamos invirtiendo en cosas como ir a Marte, en pasear el turismo espacial. ¿Para qué? ¿Para que un oligarca ruso pueda presumir de ello? ¡Qué vulgaridad! El modelo de comportamiento está relacionado con el que tiene más, es tan vulgar que me parece horrible. La gente más elegante es la más sana, la que no hace todo esto. No lo hace la reina de Inglaterra ni su hijo, no lo hace mi hija, no lo hago yo, no lo hace mi consuegra (Carolina de Mónaco)... Eso son cosas de oligarcas rusos. Ellos replican modelos de comportamiento de los 'nouveau riche'. Ir a Marte no es elegante, es estúpido. La ostentación nunca será elegante. Ir a Marte es un proyecto experimental, pero a qué vamos a ir allí si tenemos una maravilla en nuestro planeta. Que abran los ojos. La idea es restaurar una mística de la naturaleza".

Y así concluye con toda una declaración de principios y una duda existencial: "Yo no soy fatalista, me gusta pelear, primero conmigo misma, me digo que soy una pecadora, me cuestiono a diario. Los jóvenes no escuchan a la gente mayor, no interesa el valor de la experiencia. Hay gente mayor que no sabe cómo funciona un teléfono celular. Si alguien combina un mínimo de tecnología con la experiencia de una vida y si tiene memoria es una mezcla formidable, te permite hacer en un día lo que en mi época se tardaba un año. No sé si soy optimista o pesimista, no lo he decidido".

Lo primero que llama la atención cuando Paola Marzotto sale a recibirnos desde un rincón del Patio Central de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas y Energía de la Universidad Politécnica de Madrid no es su más que acreditada elegancia, ni su enorme parecido físico con su hija, Beatrice Borromeo, mujer a su vez de Pierre Casiraghi, sino la cercanía y el abrumador entusiasmo con el que nos habla de su exposición fotografíca, 'Antarctica, Melting Beauty' ('Antártida, belleza que se derrite'), que se puede visitar hasta el día 28 de febrero, y del concurso de fotografía naturalista que ha puesto en marcha con la misma escuela y que responde al que es su hashtag en Instagram, Better Earth Than Mars (Mejor la Tierra que Marte).

Beatrice Borromeo