Santillana del Mar: este es el mejor momento para visitar la Capital del Turismo Rural 2019
Este pueblo es todo él un conjunto histórico-artístico, no hay rincón feo ni sin historia. Al revés, está llenito de casonas y palacios, tiene una colegiata magnífica y está cerca del mar (aunque no se vea)
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No necesitaba más títulos, tan nobiliario como es, pero este año a Santillana del Mar le ha caído el de Capital del Turismo Rural, que no hace sino acrecentar las ganas que teníamos de ir/volver. Este pueblo de la Cantabria más pintoresca, cuidada y regia estará, si no lo está ya, entre tus favoritos. Paséate por sus calles, admira sus casas blasonadas y sus torres, conquista su soberbia colegiata y luego celébralo con un cocido montañés. De ella escribió el honorable Sartre en 'La náusea' que es 'le plus joli village de l’Espagne' (sobra la traducción). Y a solo quince kilómetros, el bello, pero de otra manera, Comillas.
De Aínsa a Santillana del Mar
Santillana del Mar le arrebató el título nada menos que a Setenil de las Bodegas (Cádiz), Trujillo (Cáceres) o Almagro (Ciudad Real), que estuvieron entre los finalistas de este galardón que otorga el portal Escapadarural.com, que el año pasado recayó en Aínsa y que pretende dar protagonismo a los pueblos alentando el turismo rural para luchar contra la despoblación. Además de rural, Santillana es medieval, renacentista, barroca… y hasta indiana. El norte es así.
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La villa de las tres mentiras
Así es como se la conoce, a pesar de todo su abolengo, porque la susodicha ni es santa ni llana y tampoco tiene mar, aunque no anda lejos (la playa de Santa Justa está dentro del municipio). Una pequeña sierra no deja verlo. A Santillana lo encontramos en la costa occidental de Cantabria, presumiendo de conjunto histórico-artístico impecable y de uno de nuestros mayores tesoros, que es Patrimonio de la Humanidad: la cueva de Altamira. Pero no es solo el reclamo de este hito de la pintura rupestre y de la prehistoria (ahí está su museo), la Capilla Sixtina -dicen- del arte cuaternario. Él mismo, sin discusión, es uno de los pueblos más bonitos de España, siempre un destino de moda, desde que lo escogieron aquellos románticos decimonónicos.
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Santillana, todo un casco histórico
En Santillana no hay extramuros, si acaso el convento de Regina Coeli, el de San Ildefonso y la casona de Sánchez Tagle, pero nada de arrabales ni extrarradio. Todo él es un casco monumental histórico, sin distingos. Lo verás cuando recorras sus dos calles empedradas, casi escenario de cine, que van a desembocar a dos plazas y a la divina -digámoslo así- colegiata de Santa Juliana y su claustro, que es ya lo más de lo más, siglo XII, luego románica. Después todo se precipita: las Casas del Águila y la Parra, las de los Quevedo y Cossío, el Palacio de Velarde, la Torre del Merino, la Torre de Don Borja, que es la Fundación Santillana; el Palacio Peredo Barrera (o de los Benemejís), hoy centro cultural; la Casa Bustamante (sí, es un apellido de aquí)… En Santillana solo se puede sumar y seguir.
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Colegiata, Cueva de Altamira y…
Además de estos dos reclamos turísticos de primer orden, Santillana guarda en sus adentros uno de los museos más curiosos (y horripilantes) de los que en el mundo son, el Museo de la Inquisición, también llamado Museo de la Tortura, donde se exhiben la guillotina, la doncella de hierro, los cinturones de castidad, garrotes, potros….; otro no menos original pero más dulce, el Museo del Barquillero, en la Casa de la Archiduquesa Margarita de Austria, con todo lo relacionado con este oficio; además del dedicado al escultor Jesús Otero, que era hijo de la villa, que entra más dentro de lo normal, alojado, eso sí, en un edificio histórico.
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Dónde dormir en Santillana del Mar
Pues en un palacio, dónde si no. Y aquí lo tenemos fácil, porque los hay a discreción. El Parador Nacional Gil Blas es uno de ellos, el Barreda, también conocido como Casa Barreda-Bracho, en la plaza de Ramón Pelayo, barroco él. Y luego está el Parador de Santillana del Mar, que es una casona de nueva construcción según la arquitectura típica de la zona (desde 70 euros). Otra opción a considerar es el hotel Casa del Marqués (desde 78 euros), que suena así de insigne y es una casona del XV que fue residencia de don Íñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, y de su madre, doña Leonor de la Vega, con chimenea, jardín y lounge bar. O el Palacio de Valdivieso, actual hotel Altamira (desde 50 euros), que debe su nombre al escribano de la villa (siglo XVI).
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Restaurantes de Santillana del Mar
En el restaurante Gran Duque, lo mismo podrás comer una merluza mariscada que un entrecot y coronar la faena con una quesada o una cuajada. En el exquisito Pasaje de los Nobles, ¿qué tal empezar con una tabla de quesucos y algo dulce, seguir con unos chipirones con crujiente de tinta o unas carrilleras glaseadas a la antigua y terminar con el arroz con leche fresca de Cudaña? Es lo que tiene ser de mar y montaña. Pruébalo también en el restaurante Palacio Mijares, en las antiguas caballerizas, donde se come de vicio: turrón de foie, naranja ácida y pan dulce, bonito del Cantábrico con cherrys asados y vinagre balsámico, taco de solomillo con queso Tresviso y reducción de vino, y tarta de queso con confitura casera de frutos rojos, como colofón.
No necesitaba más títulos, tan nobiliario como es, pero este año a Santillana del Mar le ha caído el de Capital del Turismo Rural, que no hace sino acrecentar las ganas que teníamos de ir/volver. Este pueblo de la Cantabria más pintoresca, cuidada y regia estará, si no lo está ya, entre tus favoritos. Paséate por sus calles, admira sus casas blasonadas y sus torres, conquista su soberbia colegiata y luego celébralo con un cocido montañés. De ella escribió el honorable Sartre en 'La náusea' que es 'le plus joli village de l’Espagne' (sobra la traducción). Y a solo quince kilómetros, el bello, pero de otra manera, Comillas.