Descifrando a Diana en su 60 aniversario: hablamos con 4 personas que conocieron a la princesa
Una escritora, un diseñador, un coach de voz y una experta en ceremonial público y privado nos cuentan su percepción sobre Lady Di y cómo imaginan que sería hoy
Aquel 1 de julio de 1961 fue sábado. En Estados Unidos hacía solo unos meses que John F. Kennedy se había convertido en el presidente número 35 de los Estados Unidos; en el Reino Unido, el conservador Harold Macmillan era el primer ministro; el papa Juan XXIII dirigía la Iglesia católica, y en nuestro país, Francisco Franco acababa de inaugurar la VII Legislatura de las Cortes Españolas.
Aquel sábado en el que el escritor Ernest Hemingway vivía sus últimas horas (moriría al día siguiente), llegaban al mundo en dos puntos completamente opuestos (geográfica y socialmente hablando) dos personas que se convertirían en iconos del siglo XX por motivos muy dispares: el atleta Carl Lewis y la aristócrata Diana Spencer. El hijo del viento y la princesa del pueblo. Tendrían que pasar años para que ambos devinieran en ídolos de masas, pero los ochenta y buena parte de los noventa fueron suyos.
Retirado de la competición en 1996 tras los Juegos Olímpicos de Atenas, el plusmarquista norteamericano se recicló como entrenador, empresario y actor ocasional. La princesa perdió la vida en 1997, en el fatídico accidente del puente del Alma parisino.
Hoy, que se conmemora el 60 aniversario del nacimiento de ambos, hemos hablado con cuatro personas que conocieron a la princesa Diana en diversas circunstancias y momentos de su vida para intentar desentrañar la verdadera personalidad de una sencilla y tímida chica que se convirtió en un personaje fundamental para entender el siglo pasado.
Retrato de una dama
“La conocí cuando tenía 17 años. Estaba en un evento benéfico con mi madrastra política, la duquesa de Argyll, que era la mejor amiga de Barbara Cartland, abuelastra de Diana. Me la presentaron y esa es la única razón por la que la recuerdo. Era una persona completamente olvidable, no tenía nada memorable. La típica chica de buena familia de 17 años, nada más. Era más alta que la mayoría, pero poco más”. Lady Colin Campbell no solo conoció a la princesa desde mucho antes de su metamorfosis, sino que además contó parte de su vida en la polémica biografía 'Diana en privado: la princesa que nadie conoce’, publicada en 1992. Fruto de esa publicación surgió un distanciamiento que ella misma recuerda: “No hablamos entre 1991 y 1995 (Diana de Gales falleció el 31 de agosto de 1997), aunque teníamos amigos en común. En julio de ese año, ambas estábamos invitadas a una recepción en la residencia del embajador ruso y fue ella la que se acercó a mí. A partir de entonces volvimos a hablarnos, pero yo sabía que era una persona en la que no se podía confiar. Yo empatizaba con su deseo de conseguir la libertad, pero no lo que llevó aparejado. Diana era muy ambiciosa y quería excluir a Carlos de la línea de sucesión para que su hijo heredara el trono. Creía que la reina abdicaría en 1996, que Guillermo sería rey y que ella sería uno de los poderes detrás del trono. Eso evidencia una tremenda ambición y que era maquiavélica”.
Muy diferente es la imagen que la sevillana María Teresa Otero guarda de Lady Di casi tres décadas después de que sus caminos de cruzaran. Sucedió en la Expo 92 de Sevilla, en la que ella era directora de Atención a Días Nacionales y de Honor. Los príncipes de Gales, como numerosas autoridades que pasaron aquel año por la ciudad andaluza, visitaron el pabellón que el Reino Unido tenía en la exposición universal. “Fue el 21 de mayo de 1992. Llevábamos semanas preparando la visita de los príncipes de Gales a Expo 92 en el Día Nacional de Gran Bretaña y sentí una gran responsabilidad cuando aparecieron y pude comprobar la expectación y el entusiasmo que causaban. ¡Aquello tenía que salir bien! Me pareció muy atractiva, y me llamaron la atención sus increíbles ojos azules y sobre todo su tez, la típica piel inglesa de porcelana. No podía dejar de mirarla. También recuerdo que me extrañó su vestido, porque ya se lo había visto puesto en otra ocasión en alguna revista y entonces no era tan habitual que las royals repitieran equipo”.
Los caminos de María Teresa y Diana se encontraron en un momento delicado en la vida de la princesa: “No estaba en su mejor día. Se la veía triste, su padre el conde Spencer había fallecido poco antes, en marzo, y había todo tipo de habladurías sobre su matrimonio”. Habladurías certeras que devinieron en una crisis que sacudió los cimientos de la Casa Real inglesa con una separación, un divorcio y una entrevista histórica y que dañó profundamente la imagen de esta pero también la de la propia princesa.
Tampoco el profesor de oratoria y teatro Stewart Pearce conoció a Diana en su mejor versión. De hecho, sus existencias se entrelazan en un punto de inflexión en la vida de la princesa: acababa de protagonizar el famoso encuentro con Martin Bashir que un cuarto de siglo después aún colea. El programa emitido por la BBC en noviembre del 95 pasó factura a la madre de Guillermo y Harry. El autor de 'Diana. La voz del cambio' hace memoria: “Conocí a la princesa Diana en noviembre de 1995 y recuerdo cómo sus ojos azules, extraordinariamente compasivos, y su suave apretón de manos causaron la primera impresión. Su belleza era luminosa y contenía una intrigante mezcla de fragilidad y voluntad, de modo que estar en su presencia significaba formar parte de su flujo inmediato de honestidad y diversión. Diana siempre daba la sensación de que la ligereza de su personalidad bullía en un espacio profundo dentro de ella, esperando a estallar, junto con su profunda capacidad para conmoverse fácil y empáticamente ante la difícil situación de alguien”.
Stewart ayudó a la princesa a desarrollar la confianza y el resplandor que vimos evolucionar durante los dos últimos años de su vida. También él guarda una imagen muy positiva de la princesa: “Empecé a trabajar con la princesa en el otoño de 1995, justo después de la entrevista televisada en 'Panorama', en la BBC, con Martin Bashir. Nos presentó una amiga de Diana que era su confidente y que conocía mi trabajo con personalidades destacadas”, recuerda Pearce. “Diana era tan adorable en privado como en su vida pública. Sus dones de inmediatez, autenticidad, compasión y amabilidad eran notables y en ese sentido estaba completamente desenmascarada desde una perspectiva social”.
David Emanuel, el diseñador tras el famoso vestido que Diana lució en la boda más mediática de la historia de las bodas royal, también encontró en Lady Di una mujer llena de luz: “Era muy divertida y la gente se volvió loca por ella. La conocí muchos años y nunca la vi que se comportara como una víctima, siempre estaba animada, alegre, con unos ojos preciosos y expresivos, una piel fabulosa... Era como una estrella de cine británica, guapísima”, recuerda. “La imagen que se da de la princesa Diana el día de su boda (se refiere a la serie ‘The Crown’), muy triste y sombría, sentada delante de su traje de novia en un maniquí no es cierta. No fue así para nada. Estaba preparada y lista. Estaba muy emocionada y feliz".
Decía el escritor argelino Mohammed Moulessehoul (aka Yasmina Khadra ): “La memoria restituye lo que el viento del desierto se lleva. Volvemos a trazar con nuestras manos lo que las tormentas de arena borran”. Es muy posible que los recuerdos de aquellos que la conocieron y los que no hayan forjado una especie de memoria colectiva en la que la imagen de la princesa aparece reforzada, blanqueada y posiblemente edulcorada con el paso del tiempo, el viento y las tormentas.
Tanto Lady Colin como María Teresa Otero creen que existe un antes y un después en ese imaginario comunal: “Diana tiene una fama muy dispar que se ha visto acrecentada y depurada por su repentina muerte. Antes de ese acontecimiento, su imagen había quedado dañada por la entrevista con Martin Bashir. La realidad de Diana, la percepción sobre ella, cambió después de ese día”, explica la inglesa. Su punto de vista queda apuntalado también por la sevillana: “La princesa Diana tenía un poderoso atractivo personal. Cuando alguien así muere joven y en circunstancias tan dramáticas, su carisma se acrecienta, pero de no haberlo tenido no se habría convertido en leyenda”.
El legado de Diana
Murió la princesa y nació la leyenda. Sucedió con ella y se produce con muchos ídolos que fenecen de forma prematura, pero en el caso Lady Di la leyenda que ya venía escribiéndose desde que pasó de ser una educadora infantil a convertirse en la esposa del futuro rey de Inglaterra (y de medio mundo) se acrecentó. Para Lady Colin, la labor desempeñada con diversas ONG ha sido una de las grandes contribuciones realizadas por la princesa y también una de sus mayores aportaciones. “Creo que Diana es recordada por haber tenido un corazón noble y por su trabajo humanitario. Principalmente por haber sido una persona amable y afectuosa”. Otero va más allá, y apunta a la convulsión que supuso su paso por la Casa Real inglesa. “El interés despertado por la vida y la muerte de Diana de Gales supuso la ruptura del idilio Corona y medios de comunicación comenzado en Gran Bretaña con la retransmisión por televisión por primera vez de un evento de tanta trascendencia como la coronación de Isabel II, el 2 de junio de 1953. La prensa amarilla, sobre todo, pasó de ser una aliada incondicional de la casa de Windsor a una fuerza incontrolable.
Es innegable la fuerza de su legado en su familia más cercana, sus hijos, y puede verse claramente de qué formas tan distintas ha afectado a sus trayectorias y especialmente a la de sus esposas”.
Más ambicioso y global es el legado que apunta el que fuera su ‘personal coach’. Pearce hace especial hincapié en el altavoz que brindó la princesa a millones de mujeres: “El legado de Diana es inmenso. Por un lado, su efecto en el mundo de la moda. Por otro, sus enormes intereses benéficos y su conciencia pionera en favor de la liberación de las mujeres de la opresión y la iniciativa de los Premios Diana, a través de los cuales se reconoce a los jóvenes que tienen el poder de cambiar el mundo. Además, su voz fue la voz de la liberación y esto todavía resuena a través de sus dos hijos, como hemos visto recientemente con las palabras del príncipe Harry sobre su vida y la de Meghan dentro de la familia real. Y, por último, su impacto para incrementar el empoderamiento femenino, y cómo su fuerza todavía fluye a través de los corazones de millones de personas en todo el mundo. Una muestra de ello es que estemos celebrando lo que habría sido su sexagésimo cumpleaños, ¡veinticuatro años después de su muerte!”.
Lady Di, a los 60
Imaginar cómo sería la princesa Diana si no hubiera perdido la vida en aquel accidente de coche ha sido un ejercicio que se ha venido realizando con cada aniversario de su deceso. Se ha elucubrado sobre cuál sería su aspecto actual, cuál su papel en la vida social, cómo sería su vida familiar, su relación con la Corona, su opinión sobre el Megxit… Incluso se han llegado a realizar retratos robot para ‘visualizarla’. ¿Y cómo se la imaginan nuestros entrevistados?
“Creo que físicamente estaría estupenda”, apunta Lady Colin. “Se mantendría en forma y seguramente se habría sometido a algunas intervenciones como, por ejemplo, un lifting facial. No sé en qué matrimonio se encontraría, si en el segundo, el tercero o el cuarto... Y estaría decepcionada por el comportamiento de Meghan y Harry”.
En la misma línea, María Teresa elucubra: “La imagino como una mujer dinámica, dedicada a alguna labor benéfica o de responsabilidad social, que posiblemente habría formado otra familia y que disfrutaría con sus hijos, nietos y nietas. El paso de los años suaviza todos los dramas, y su separación de la familia real británica se habría superado sin duda”.
Stewart Pearce no solo coincide con las opiniones anteriores respecto a la progresión de la princesa en causas benéficas, sino que encuentra un paralelismo con la vida ‘made in USA’ que ha adoptado el menor de sus hijos tras abandonar la casa de los Windsor: “Diana pensaba comprar una casa en Malibú, por lo que es interesante y significativo que Harry y Meghan hayan encontrado la paz de Montecito tras su salida del cautiverio. A Diana le encantaban los Estados Unidos, especialmente Nueva York, por lo que creo que habríamos visto su vida repartida entre el Reino Unido y los Estados Unidos. En 1997, Diana habló de hacer documentales o películas sobre historias relacionadas con su labor benéfica, para concienciar a la gente y provocar un cambio. Sé que en esa época se había reunido con David Putnam, un productor de cine británico. Su aspiración era ser pionera en la libertad de los desposeídos, los desvalidos, los marginados y los enfermos, y Diana encontró historias épicas sobre cómo la gente superaba circunstancias a menudo desesperadas y encuentra la gracia y la libertad. En muchos sentidos, tal y como ella lo había logrado”.
Epílogo
Aquel 1 de julio de 1961, mientras la gente bailaba a lo 'agarrao' el ‘Running Scared’ de Roy Orbison y a lo suelto el 'Estando contigo' de Conchita Bautista; mientras los seguidores merengues celebraban la victoria del Real Madrid en la Liga y la Copa del Generalísimo, y los fans de Luis Buñuel, la Palma de Oro lograda en el Festival de Cannes con ‘Viridiana’; mientras España se preparaba para recibir a 7,5 millones de turistas y arrancaba la generación del baby boom, aquel sábado nacía Diana Frances Spencer y, como diría años después David Emanuel, “la gente se volvió loca por ella”.
Aquel 1 de julio de 1961 fue sábado. En Estados Unidos hacía solo unos meses que John F. Kennedy se había convertido en el presidente número 35 de los Estados Unidos; en el Reino Unido, el conservador Harold Macmillan era el primer ministro; el papa Juan XXIII dirigía la Iglesia católica, y en nuestro país, Francisco Franco acababa de inaugurar la VII Legislatura de las Cortes Españolas.