Lady Di, en la Expo de Sevilla: tensión, gritos de “guapa” y un pañuelo lleno de lágrimas
Se cumplen 28 años de la llegada de los príncipes de Gales a la ciudad andaluza en un viaje relámpago que duró dos días y dejó muchas anécdotas
El 21 de mayo de 1992, los príncipes de Gales, Carlos y Diana, presidían el Día Nacional del Reino Unido en la Exposición Universal de Sevilla. El evento, que ya llevaba en marcha desde el 20 de abril, recibía la visita de uno de los personajes más icónicos del momento. España vivía un periodo de renacimiento global gracias a la Expo sevillana, las olimpiadas que se celebrarían en Barcelona y la designación de Madrid como capital europea de la cultura. El trinomio perfecto.
Mientras tanto, la Casa Real británica vivía sus horas más bajas en lo que fue denominado, por la propia Isabel II, como el 'annus horribilis'. La reina, que aquel año celebraba su 40 aniversario en el trono, dejó un discurso para la posteridad que quedaría reflejado como uno de los más pesimistas ofrecidos nunca por la monarca: "1992 no es un año que vaya a recordar placenteramente", dijo. El anuncio de la separación del príncipe Andrés de Sarah Ferguson, el topless de esta en la prensa, el divorcio de la princesa Ana, la publicación del libro 'Diana, una historia real' con el consabido escándalo, la separación de los príncipes de Gales, el incendio del castillo de Windsor...
Paseo por los pabellones
Y en ese contexto de tormenta perfecta, aterrizaban Carlos y Diana en la ciudad del Guadalquivir, cuando las trompetas del apocalipsis anunciaban el final de su matrimonio (y que los medios ingleses ya llevaban tiempo rumiando).
Los príncipes, siguiendo la hoja de ruta marcada por la agenda, llegaron a las diez y media de la mañana y fueron recibidos por el ministro de Educación, Javier Solana. Entre las anécdotas de aquel día, dos soldados tuvieron que cambiar rápidamente la bandera del Reino Unido, que estaba colocada al revés, como advirtió un miembro del séquito británico. Solventado el percance, Carlos y Diana fueron agasajados con un variado y amplio programa de espectáculos y visitas a diversos pabellones. Miles de personas seguían a la pareja y la coreaban (sobre todo a la princesa) a gritos de “guapa, guapa” y "¡Lady Di, mira pacá!", intentando obtener la instantánea perfecta. Y, claro, los curiosos no dejaban de comentar otro aspecto que les había sorprendido: el tamaño de las orejas de Carlos.
Hubo discursos: el heredero británico comentó que la Exposición Universal de Sevilla tuvo detractores, pero “con un valiente diseño ha ganado muchos amigos”. El hijo de Isabel II se atrevió, incluso, a pronunciar algunas palabras en castellano: "Mi esposa y yo estamos agradecidos por su cálida bienvenida", dijo.
Pasaron por el pabellón de España y pidieron ver la película 'Vientos de España' de una manera muy particular, las sillas de la sala se movían sincronizadas con las imágenes de la pantalla. Fue el único momento de distensión de la pareja, mientras cada cual vivía su propio calvario y la tensión entre ellos era más que patente.
Las flores de Diana
Convertida en un icono de moda, todo lo que se ponía Diana era motivo de análisis, así que aquel vestido estampado en tonos azules, fucsia y amarillo que eligió para acudir a la Cartuja se podía entender como un pequeño guiño a la primavera sevillana. La princesa lucía una piel bronceada que había adquirido en su anterior viaje oficial por Egipto y rematada, según contaban las crónicas de la época, en la terraza del hotel Alfonso XIII, donde se hospedaron. De hecho, Diana quiso tomar el sol en los jardines del lujoso hotel, y para que pudiera hacerlo con tranquilidad, el establecimiento cerró la terraza al resto del público.
Las lágrimas de la catedral
La visita de los príncipes a Sevilla duró dos días. Entre los actos programados, Carlos y Diana asistieron a un concierto de la Royal Liverpool Philarmonic Orchestra en la catedral de Sevilla. El organista José Enrique Ayarra recordaba en el 'Diario de Sevilla' aquel día: “Los príncipes de Gales entraron en la catedral para asistir a un concierto que iba a dar la Royal Liverpool Philarmonic Orchestra. Para ir al trascoro, tuvieron que pasar por el coro donde yo estaba al órgano". Al finalizar el concierto, cuando los padres de Harry y Guillermo volvieron a pasar junto al órgano, Ayarra interpretó en su honor la 'Tocata en fa menor' del francés Charles-Marie Widor, la misma pieza que sonó en la catedral londinense de San Pablo al final de la boda de Diana y Carlos el 29 de julio de 1981. "La comitiva siguió, ella se detuvo para hablar conmigo junto a un guardespaldas. Los acompañé a los dos hasta la puerta de la tumba de Colón. Se metió en el coche, bajó el cristal de la ventana y me despidió con un saludo", contaba al periódico andaluz.
La emoción de Diana de Gales ante la música de Ayarra la vivió en primera persona María Teresa Otero (responsable de la División de Días Nacionales en la Expo de Sevilla), que tuvo que prestarle su pañuelo. "No estaba en su mejor día. Su padre había muerto poco antes, estaba candente el conflicto con Carlos, se puso a llorar. Abrió su bolso y no llevaba pañuelo. Le rogué que se quedara con él. Esa misma noche me lo devolvió limpio, planchado y reluciente".
El 21 de mayo de 1992, los príncipes de Gales, Carlos y Diana, presidían el Día Nacional del Reino Unido en la Exposición Universal de Sevilla. El evento, que ya llevaba en marcha desde el 20 de abril, recibía la visita de uno de los personajes más icónicos del momento. España vivía un periodo de renacimiento global gracias a la Expo sevillana, las olimpiadas que se celebrarían en Barcelona y la designación de Madrid como capital europea de la cultura. El trinomio perfecto.