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El pueblo pesquero en Cataluña con las playas más bonitas y un aire medieval que te enamorará este verano
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El pueblo pesquero en Cataluña con las playas más bonitas y un aire medieval que te enamorará este verano

Un lugar donde lo marinero y lo artístico, lo rústico y lo sofisticado, conviven con naturalidad

Foto: Los paisajes de Cadaqués sirvieron de inspiración para Salvador Dalí. (iStock/Shutterstock)
Los paisajes de Cadaqués sirvieron de inspiración para Salvador Dalí. (iStock/Shutterstock)

Entre las abruptas montañas del Cap de Creus y las aguas cristalinas del Mediterráneo se esconde un rincón que parece detenido en el tiempo. Es Cadaqués, una joya de la Costa Brava que combina la esencia de los pueblos pesqueros más auténticos con la sofisticación de su legado artístico e histórico. No hay verano que pase sin que este enclave de casas blancas, calas rocosas y calles empedradas vuelva a figurar entre los destinos más deseados. Y no es casualidad: Cadaqués no solo enamora por su belleza, sino por el carácter único que desprende en cada esquina.

El magnetismo de esta pequeña villa costera no es nuevo. A principios del siglo XX, un joven Salvador Dalí quedó fascinado por su luz y su paisaje y convirtió a Cadaqués —y a su vecina Portlligat— en su refugio y, más tarde, en una fuente inagotable de inspiración. La casa que adquirió entonces, un grupo de humildes viviendas de pescadores, es hoy museo y templo surrealista donde se preserva el rastro más íntimo del artista catalán. Pero mucho antes de que Dalí pusiera a Cadaqués en el mapa del arte contemporáneo, el pueblo ya había escrito sus primeras páginas doradas en la historia.

placeholder Una imagen de la costa de Cadaqués. (Cortesía)
Una imagen de la costa de Cadaqués. (Cortesía)

Durante la Edad Media, fue uno de los puertos más codiciados del noreste peninsular. Para proteger su posición estratégica, se fortificó con una muralla y un castillo que lamentablemente ya no existen. Solo queda en pie el Baluard, una antigua torre de vigía que hoy alberga el Ayuntamiento y desde la que se siguen observando, ahora en calma, las mismas aguas que en otros siglos escondieron peligros. Esa mezcla de pasado defensivo y presente sereno es una de las claves de su encanto.

Cadaqués también es arquitectura. Su iglesia de Santa María, construida en el siglo XVII en estilo gótico tardío, preside el casco antiguo desde lo alto, ofreciendo una de las vistas más espectaculares del pueblo: las casas encaladas que se amontonan sobre la bahía, las callejuelas empedradas que serpentean entre talleres de artistas, tiendas de artesanía y pequeños cafés. Desde su plaza se contempla la mejor postal de este rincón blanco del Mediterráneo. Y, al caer el sol, su silueta recortada contra el cielo anaranjado parece sacada de una película.

placeholder Cadaqués. (iStock)
Cadaqués. (iStock)

El paseo marítimo, conocido como Las ribas, construido en 1910, es otro punto imprescindible. A un lado, el mar; al otro, un desfile de casas modernistas que sorprende por su elegancia y armonía. La más célebre es la Casa Blaua o Casa Serinyana, una mansión de aires novecentistas decorada con azulejos de cerámica azul que llama la atención desde cualquier ángulo. Junto a ella, otras joyas arquitectónicas como la Casa Pont, la Casa Rahola o la Escuela Pública Caritat Serinyana atestiguan el esplendor económico de los indianos, aquellos emigrantes que regresaron de América y quisieron dejar huella en su tierra natal.

Pero si hay algo que distingue a Cadaqués, más allá de su estética impecable, son sus calas. Aunque no cuenta con playas extensas de arena fina, las que posee —pequeñas, rocosas, tranquilas— ofrecen un baño de intimidad. Cala Sa Conca es una de las más visitadas, aunque los locales recomiendan perderse por los senderos del Cap de Creus y descubrir rincones aún más escondidos. La opción de alquilar una embarcación sin necesidad de título es perfecta para explorar la costa desde el mar y acceder a calas solo accesibles por agua. Y si lo tuyo no es navegar, puedes caminar hasta el faro del Cap de Creus, un paraje natural donde la Tramuntana esculpe acantilados salvajes y la luz del Mediterráneo se vuelve mágica.

Entre las abruptas montañas del Cap de Creus y las aguas cristalinas del Mediterráneo se esconde un rincón que parece detenido en el tiempo. Es Cadaqués, una joya de la Costa Brava que combina la esencia de los pueblos pesqueros más auténticos con la sofisticación de su legado artístico e histórico. No hay verano que pase sin que este enclave de casas blancas, calas rocosas y calles empedradas vuelva a figurar entre los destinos más deseados. Y no es casualidad: Cadaqués no solo enamora por su belleza, sino por el carácter único que desprende en cada esquina.

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