Íntimo retrato de Lina Morgan en el 10º aniversario de su muerte: hablan sus compañeros y amigos
Detrás de Lina Morgan estaba María de los Ángeles, discreta y esquiva.Sus amigos y compañeros —Norma Duval, Pedro Rollán, Pedro Ruiz y José Manuel Parada— dibujan el retrato más humano de una artista irrepetible
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“No ha habido ni habrá jamás otra Lina Morgan”, afirma Norma Duval. Habla la actriz que compartió escenario y pantalla con la cómica, pero también la mujer que conoció a María de los Ángeles, la identidad resguardada tras el personaje. Porque a menudo creemos saberlo todo de quien ocupa la escena pública, y sólo al recorrer el anecdotario de sus amigos se perfila otra figura: una mujer tímida, que prefería un cuenco de castañas en almíbar a cualquier banquete, cuya canción favorita era ´Tema de amor´, de Raphael, y la que nunca abandonó el piso familiar de la calle Samaria.
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Mañana martes se cumplen diez años del día que nos dejó y la vida cotidiana de Lina Morgan se reconstruye en los testimonios de quienes la conocieron de cerca. Pedro Rollán recuerda la sencillez de su hogar: “Tomaba café en su casa junto a ella y su hermana Julia, en la mesa camilla del salón”, dice, trasladando al lector a ese piso del barrio de El Retiro, en Madrid, donde la artista pasó la mayor parte de su vida. José Manuel Parada recuerda, a su vez, las palabras que ella repetía con frecuencia: “Casi todos mis compañeros de profesión tienen sus chalets y casas en la playa… yo no, yo quiero tener un teatro, no un chalet”, le decía al presentador. El próximo quince de octubre colocarán una placa en la fachada que recordará que aquel piso fue su hogar siempre: “Aquí vivió Lina Morgan”.
Lina Morgan fue la primera mujer europea en ser propietaria de un teatro
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Ese pequeño salón, escenario de cafés y conversaciones familiares, contrasta con la magnitud de sus sueños: cumplirlos la convirtió en la primera mujer europea propietaria de un teatro: Teatro La Latina.
“En aquella época comenzaban a surgir artistas que se convertían en empresarias, como Celia Gámez o Concha Piquer. Empezábamos a producir nuestros propios espectáculos. Lina no solo era artista, también asumía el papel de empresaria, y eso incomodaba. No era sencillo ser mujer de espectáculo, cómica y negociar con hombres. Durante años trabajó para Matías Colsada y luego emprendió su propia producción. Sé que, para financiar La Latina, Colsada ideó un contrato astuto: una parte del pago debía cubrirse con la taquilla del Apolo de Barcelona. A pesar de poseer su propio teatro, Lina mantuvo temporadas en el Apolo para poder saldarlo”, recuerda Norma, quien aún evoca las risas compartidas en la última temporada de la serie ´Academia de Baile Gloria´.
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Lo mismo sucedía en los rodajes de ´Hostal Royal Manzanares´. “El guion lo escribía Sebastián Junyent, que le hacía un traje a medida y generaba situaciones desternillantes. Allí estaban Ana Obregón, Lolita… todos comprendíamos su humor y nos sumábamos al juego cuando improvisaba. Hubo un día en que comenzó con una broma, me pellizcó y tuvimos que detener la grabación más de media hora por el ataque de risa; el público estaba partido también”, relata Pedro Rollán, que añade que aquellos rodajes se parecían más a un teatro que a una serie de televisión, grabando secuencia tras secuencia, en dos horarios, con públicos distintos.
“Al terminar, nos poníamos en fila a recoger los aplausos. Lina se subía al público, y la gente le traía de todo: chorizos, barras de pan, estampitas de vírgenes… Tras cada grabación hacíamos un pequeño supermercado”, recuerda Rollán entre risas.
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“Siempre, en los descansos, íbamos los dos a su camerino a tomar café. Era una persona completamente diferente en el set de rodaje que después, en un momento sin cámaras ni público”, relata Pedro Rollán. De los cuarenta episodios que compartieron, hay un gesto que nunca olvidará: “Son esos detalles que no trascienden, que la gente no conoce, pero que hablan de la calidad humana de una persona. Mucha gente y artistas compartieron minutos con Lina Morgan, pero fueron muy pocos quienes llegaron a María de los Ángeles. Y no te creas que se acercaba a grandes artistas; su círculo era cerrado y variopinto”, añade Rollán.
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La generosidad de Lina se hizo evidente con el regidor de la serie. Cuando su hijo enfermó de leucemia, le ofreció llevarlo a Boston y asumir todos los gastos. “Desgraciadamente, el niño falleció, y fue entonces cuando nos enteramos, porque el padre estaba profundamente agradecido. Lina nunca habló de ello; ayudó sin que nadie lo supiera”, recuerda Rollán.
“Cuando presentaba ´Cine de Barrio´, Lina Morgan atravesaba la cúspide de su éxito con Hostal Royal Manzanares y figuraba entre las artistas mejor remuneradas de la televisión, mientras yo apenas disponía de recursos para invitar a alguien. Nuestra relación había germinado años antes, en los estudios de radio de Barcelona, y con el tiempo se transformó en un vínculo que trascendió lo profesional.
Recuerdo que me dijo: “No me pagues nada, voy por amistad, porque te quiero”. Nunca erigió barreras ni reclamó compensación y vino a todos los programas a los que la invité. Cuando cancelaron la emisión yo lo pasé muy mal, sus llamadas eran periódicas para saber cómo estaba. En una de ellas me dijo: A veces, cuando uno ya no está en la pomada, la gente se olvida, y no es justo” relata Parada, delineando con precisión esos gestos apenas visibles que Pedro Rollán también señalaba, detalles que jamás trascienden, pero que condensan, en su discreta magnitud, la verdadera esencia de una persona.
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Estos gestos delineaban la personalidad oculta de María de los Ángeles, arquitecta de su propio personaje. Para Rollán, Lina Morgan era una válvula de escape que le permitía hacer cosas que jamás hubiese hecho en la vida real.
“El humorista posee una creatividad tan desbordante que todo lo que hace es genuino y único. Lina inventó sus gestos, su manera de hablar, esa boca tipo pato… sus piernas, que transformaba doblándolas, cambiando por completo su apariencia. Esa forma de recorrer el escenario, esa gracia, ese humor que nunca resultaba agresivo, incómodo, político ni hiriente… Todo era puro humor”, apunta Norma Duval.
Pedro Ruiz: "Cuando un tenista tiene un codo roto, no juega. El artista juega con el alma y cuando la tiene rota sale y actúa"
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Pedro Ruiz señala que la comicidad exige un esfuerzo interior mayor que la tragedia. “Los cómicos solemos intentar hacer sufrir para demostrar talento; Lina, en cambio, era un genio interpretativo. A veces eso la agotaba, porque no quería estar siempre en broma; buscaba demostrar que incluso esas actitudes podían transformarse en dramatismo. Poseía una capacidad extraordinaria para que durante dos horas el público olvidara la letra, el alquiler, la deuda, la factura… Su contacto con la gente era directo, inmediato, por la piel, un mérito que rara vez se reconoce”.
“Cuando un tenista tiene un codo roto, no juega. El artista juega con el alma y cuando tiene el alma rota sale y actúa” relata Pedro Ruiz, mientras recuerda cuando falleció su padre, que la actriz adelantó el entierro a las cuatro para poder ir a actuar al teatro y, aseguran los que estuvieron allí que fue de las mejores interpretaciones de Morgan de su carrera.
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“Compartí muchos momentos con su familia, para Lina era su vida. Sufrió mucho con el fallecimiento de su hermano José Luis, el fue una pieza clave en su vida profesional y su gran compañero en el teatro” relata Norma. “Cuando su hermano se fue La Latina dejó de tener sentido para ella” recuerda Parada.
Lina no solo se entregaba al arte pese a los embates que la vida le impuso, sino que atravesó durante su carrera dos contingencias significativas. La primera, un desprendimiento de retina en el ojo derecho. Al recordar unas palabras que dijo tras lo ocurrido, Parada rememora: “Ahí la vi muy asustada, pensaba que podía quedarse ciega”, y cita su declaración: “Pensé que prefería morirme antes que no volver a subirme a un escenario”. Años más tarde, un cáncer de garganta amenazó su rutina, sin que interrumpiera su labor.
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“Aunque su físico ya no era el mismo, solo unos pocos conocíamos su enfermedad. Para ella, el plató era un refugio: llegaba a las cuatro de la tarde y salíamos de grabar a la una o dos de la madrugada, tiempo en el que se sumergía en Lina Morgan, en la comicidad y en la escena, y no en su dolencia”, recuerda Pedro, quien subraya que jamás divulgó su padecimiento: “Era algo que llevaba para sí misma”.
Lina trazó un camino para las mujeres humoristas, un sendero que el público consagró allí donde la crítica se mostraba refractaria. Transformó la revista desde dentro: convirtió un espectáculo tradicionalmente dirigido al deseo masculino en un espacio de humor y encanto que seducía por igual a hombres y mujeres.
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“Los hombres acudían buscando el reclamo de los cuerpos desnudos… y ella convirtió la gracia en virtud, la diversión en poder y el carisma en un nuevo imán” cuenta José Manuel Parada. Lina compartió escenario y cámara con Rocío Dúrcal, Ana Obregón, Concha Velasco, Norma Duval, pero ¿existía rivalidad? “Quien perciba competencia en algo es pobre de espíritu y alma. Todo el que trabajaba con Lina disfrutaba de ella”, afirma Norma. Así, en el último adiós, Concha Velasco proclamó: “Siempre quise ser Lina Morgan”.
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Sin embargo, en los últimos meses de su vida, Lina —o quizá más acertadamente, María de los Ángeles— se apartó, evitando despedidas. “La última vez que la vi fue en Madrid, en el restaurante Txistu, un año y medio antes de que nos dejara. Hablamos de nuestras compañías, de nuestras soledades. Estaba espléndida, humilde, cercana… y me reveló su desgana por volver a los escenarios. Carecía de interés por subirse a las tablas de cualquier forma”, recuerda Pedro Ruiz sobre aquel encuentro en el restaurante de Tetuán, inmortalizado en una fotografía que todavía adorna las paredes del mesón.
“En sus últimos días intenté despedirme, pero Daniel Pontes —persona de confianza y heredero universal de Lina— me trasladó su deseo de estar sola, de no permitir que nadie la viera así”, rememora Pedro Rollán.
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Mañana se cumplirán diez años sin Lina Morgan, y no es solo una fecha: es un símbolo. Una mujer que dedicó su vida a su profesión guiada por un compromiso con su público y que terminó transformándose en una evolución social. Fueron pocos los que conocieron a María de los Ángeles, pero Lina Morgan ya es historia viva del colectivo cultural. Puso su personaje, a Lina Morgan, por delante, y así quedó inmortalizado en aquella famosa entrevista en Noche Abierta, cuando Pedro Ruiz le preguntó: “¿El amor de verdad te hubiera quitado la profesión?” Y ella respondió, con una sinceridad que traspasaba la pantalla: “No. Nunca. Lo intentó, pero no”. “Pues entonces elegiste” dice Ruiz a lo que ella concluye “No sé si mal o bien… pero elegí”.
“No ha habido ni habrá jamás otra Lina Morgan”, afirma Norma Duval. Habla la actriz que compartió escenario y pantalla con la cómica, pero también la mujer que conoció a María de los Ángeles, la identidad resguardada tras el personaje. Porque a menudo creemos saberlo todo de quien ocupa la escena pública, y sólo al recorrer el anecdotario de sus amigos se perfila otra figura: una mujer tímida, que prefería un cuenco de castañas en almíbar a cualquier banquete, cuya canción favorita era ´Tema de amor´, de Raphael, y la que nunca abandonó el piso familiar de la calle Samaria.