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40 años de 'En el estanque dorado', la película que abrió las heridas de Jane y Henry Fonda
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ANIVERSARIO

40 años de 'En el estanque dorado', la película que abrió las heridas de Jane y Henry Fonda

La película, que ganó el Oscar para el actor de 'Las uvas de la ira' y para Katharine Hepburn, cumple cuatro décadas y es un ejemplo de catarsis familiar

Foto: Jane Fonda, Henry y Katharine Hepburn, durante el rodaje. (CP)
Jane Fonda, Henry y Katharine Hepburn, durante el rodaje. (CP)

Cuando Jane Fonda descubrió que James Stewart iba detrás de los derechos de la obra ‘En el estanque dorado’ para su adaptación al cine, corrió a comprarla ella misma. La relación paternofilial que mostraba la obra original de Ernest Thompson podía ser el vehículo perfecto para ella y para su padre, con el que no siempre tuvo una relación de abrazos, rosas y nubes de algodón. Los altibajos en su trato con Henry Fonda, leyenda fordiana y actor símbolo de honestidad y americanismo, se remontaba a la infancia de la propia Jane. Hubo, de hecho, un hecho determinante entre padre e hija: aquel en el que Frances Ford Seymour, su madre, se quitó la vida. El protagonista de ‘Las uvas de la ira’, hombre de personalidad gélida, no supo gestionarlo.

“Creo que mi padre no es la persona con la que debería haberse casado. No era tierno con ella”, confesó Jane en el documental sobre su vida que HBO produjo hace unos años. “Nos dio la noticia y se volvió a Broadway a hacer su obra. The show must go on”, comentaba ella en la producción, rememorando el momento en el que su progenitor les contó, escuetamente, que Frances había muerto de un simple ataque al corazón. Una mentira piadosa lanzada como un jarro de agua fría contra unos niños muy pequeños para entender de qué iba aquella vaina.

placeholder Henry y Jane Fonda, a finales de 1959. (CP)
Henry y Jane Fonda, a finales de 1959. (CP)

Desde entonces, la relación entre Henry y Jane fue un páramo; a veces, inexistente. ‘En el estanque dorado’, la historia de un matrimonio de ancianos a los que visitan una hija y un nieto, era perfecta para la familia Fonda. También para Peter, que finalmente se quedó fuera de la película porque interpretar al marido de Jane, su hermana en la realidad, habría resultado excesivamente perturbador. Las connotaciones incestuosas no eran algo deseable, ni siquiera en el Hollywood de los primeros 80.

El rodaje se llevó a cabo en New Hampshire en el verano de 1981 y, como era de esperar, no estuvo exento de anécdotas. Cuando Chelsea, o lo que es lo mismo, Jane Fonda, le dice a Norman, Henry Fonda, que no solo quiere ser su hija, sino también su amiga, el actor de ‘Pasión de los fuertes’ empezó a llorar tanto que hubo que repetir la toma varias veces. Aquel momento se parecía demasiado al cisma familiar como para que padre o hija saliesen indemnes. Desde aquel día en adelante, hubo muchos más momentos de esos en los que la ficción se acerca peligrosamente a la realidad. Además de su distanciamiento con su padre, Jane también tropezó con una piedra llamada Katharine Hepburn. La actriz, casi octogenaria, actuaba por primera vez con los Fonda.

Resulta curioso que dos leyendas como Kate y Henry Fonda ni siquiera se hubiesen cruzado en alguno de los actos que tenían lugar en el Hollywood más resplandeciente. Pero así era. La veterana estrella no simpatizó demasiado con Jane. Su actitud hacia ella vaciló entre el desdén por su forma de vida y los consejos de viejo oráculo. Cierto día, la Hepburn le pellizó la cara y le dijo que debía arreglarse más. “En esa época no le sacaba todo el partido a mi físico, lo cual molestaba a Katharine. Me dijo: ‘Tu imagen es lo que presentas al mundo. ¿Qué quieres que diga de ti?’. Esa pregunta se me ha quedado grabada desde entonces. Ahora creo que Katharine hablaba de ser consciente del personaje que formamos. Pretendía que yo reflexionara sobre cómo quería que me percibieran los demás”, declaró Jane.

Un éxito de Oscar

Pese a los simpáticos consejos de anciana, Fonda era consciente de que “no le gustaba” a Hepburn. “Estaba casada, tenía hijos y ella pensaba que un actor no debe tener esas ataduras”, razonaba hace unos años durante una entrevista. El rodaje transcurrió sin mayores problemas y, una vez estrenada la película, hasta el propio Mark Rydell, el director, se sorprendió de su éxito. Fue la segunda cinta más taquillera de 1981 en Estados Unidos, solamente superada por ‘En busca del arca perdida’.

placeholder Henry Fonda, apoyando a su hija en un set en 1960. (CP)
Henry Fonda, apoyando a su hija en un set en 1960. (CP)

Nominada para varios Oscar, dio lugar a un momento inolvidable. Por primera vez pese a una carrera que abarcó décadas e incluyó clásicos como ‘Doce hombres sin piedad’ o ‘Fort Apache’ y directores como John Ford o Hitchcock, Henry Fonda ganó una estatuilla. Enfermo ya (moriría poco después), fue la propia Jane la que subió al escenario a recoger el premio. Ese día se convirtió, quizá a su pesar, en la representante del clan. La emoción de sus palabras dejaba ver lo importante que había sido la película para recomponer el álbum familiar. “Todos nos convertimos en una familia durante el rodaje y desde entonces hemos permanecido en contacto y algunos miembros del reparto vienen a visitarlo”, dijo casi con lágrimas en los ojos.

placeholder Katharine Hepburn y Henry Fonda, en 'En el estanque dorado'. (CP)
Katharine Hepburn y Henry Fonda, en 'En el estanque dorado'. (CP)

Meses después de aquella noche, Henry Fonda murió a los 77 años de edad “reposadamente y sin dolor alguno”, según palabras de Jane al salir del hospital Cedars Sinaí de Hollywood. No fue hasta años más tarde cuando la actriz habló de él, de cómo había lidiado con su frialdad y lo importante que había sido ‘En el estanque dorado’ para ellos. “La película se parecía tanto a la realidad que estábamos viviendo en la vida real que quería saber cómo se sentía. Así que fui a su casa a cenar y le describí lo que me pasó, que me sequé. Le pregunté si le había pasado antes algo así y dijo que no, de forma tajante. Le faltaban cinco meses para morir y tuve que decirme a mí misma: no puedes esperar a que alguien sea algo distinto a lo que ha sido toda su vida al final de sus días. Nunca expresó emociones, las odiaba y odiaba ver a gente expresando las suyas y llorando”. Pese a todo, Jane lloró tantas lágrimas como agua tenía aquel estanque dorado. Motivos, desde luego, nunca le faltaron.

Cuando Jane Fonda descubrió que James Stewart iba detrás de los derechos de la obra ‘En el estanque dorado’ para su adaptación al cine, corrió a comprarla ella misma. La relación paternofilial que mostraba la obra original de Ernest Thompson podía ser el vehículo perfecto para ella y para su padre, con el que no siempre tuvo una relación de abrazos, rosas y nubes de algodón. Los altibajos en su trato con Henry Fonda, leyenda fordiana y actor símbolo de honestidad y americanismo, se remontaba a la infancia de la propia Jane. Hubo, de hecho, un hecho determinante entre padre e hija: aquel en el que Frances Ford Seymour, su madre, se quitó la vida. El protagonista de ‘Las uvas de la ira’, hombre de personalidad gélida, no supo gestionarlo.

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