El trágico accidente que propició la abdicación de Beatriz e hizo que Guillermo y Máxima se convirtieran en reyes
Se cumplen nueve años del día en el que Friso de Holanda, hermano del actual Rey, murió a causa de daños cerebrales irreparables tras un accidente de esquí
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Tenía 44 años, dos hijas y una esposa, Mabel Wisse Smit, que aguardaba su llegada en casa del viaje que había realizado a Lech (Austria) para practicar esquí. Sin embargo, ocurrió el peor de los sucesos. El príncipe Johan Friso, segundo hijo de la princesa Beatriz de Holanda y hermano del actual rey Guillermo de Holanda, fue sepultado bajo una avalancha de nieve mientras esquiaba y la falta de oxígeno propició daños cerebrales irreparables que le llevaron al coma y posteriormente a la muerte el 12 de agosto de 2013.
Ha pasado casi una década de aquel trágico acontecimiento que de alguna manera marcó la historia de la familia real holandesa. Si bien es cierto que Friso no estaba destinado a reinar y, de hecho, renunció a sus privilegios por amor, su accidente supuso el principio del fin del trono de su madre, que decidió abdicar en abril de ese mismo año. "La responsabilidad sobre nuestro país debe recaer en manos de las nuevas generaciones", manifestaba entonces la soberana, a quien popularmente se le había conocido como 'la princesa sonrisa' por su simpatía. Una sonrisa que durante mucho tiempo permaneció apagada por la muerte del segundo de sus hijos, a quien estaba plenamente unida.
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Juan Friso Bernardo Christian David de Orange Nassau nació el 25 de septiembre de 1968. La corta diferencia de edad entre él y sus hermanos, Guillermo y Constantino, hizo que pasaran una agradable infancia compartiendo ratos de juegos como buenos amigos. Aunque tímido, Friso destacaba por su humor divertido y en varias ocasiones se ha recordado la frase que espetó cuando Guillermo hizo una travesura y sus padres quisieron reprenderlo. “Le pueden dar una buena paliza, pero por favor, sin matarlo, porque entonces me tocaría a mí ser rey”, dijo ni corto ni perezoso entre bromas.
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Esta solo era una prueba más de lo poco o nada que le interesaba reinar, completamente volcado en sus grandes pasiones, entre ellas el esquí. Fueron sus padres quienes desde pequeño le llevaron a la estación de esquí de Lech. La familia real holandesa amaba esa pequeña localidad austriaca porque aunque estaba repleta de turistas, les permitían tener espacio y privacidad. Poco o nada imaginaban entonces que años después, convertido en un esquiador experto, su hijo fallecería bajo la nieve a los 44 años.
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Sucedía el 17 de febrero de 2012. El plan del príncipe Friso era volar sobre la nieve austriaca junto a su amigo de la infancia Florian Moosbrugger. Era el último día de sus vacaciones allí, pero había caído tal cantidad de nieve en los días anteriores que el peligro de avalanchas en ese momento era de cuatro en una escala de cinco. Y pasó lo peor: el príncipe fue enterrado bajo una capa de nieve de decenas de centímetros a causa de una avalancha.
Moosbrugger había sido más precavido y usaba el conocido como airbag de avalancha. En caso de accidente, eso le permitía mantener la cabeza fuera y eso fue lo que pasó, y por lo que se libró de una muerte segura. La señal del localizador que tenía puesto Friso ayudó a encontrar el lugar donde había quedado sepultado su cuerpo por la nieve, pero Moosbrugger y el equipo de rescatistas tardaron unos 25 minutos en liberarlo, 25 minutos que pasó sin oxígeno. La reanimación pulmonar llevó 50 minutos y no hubo vuelta atrás.
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Inmediatamente, fue trasladado al Hospital Universitario de Innsbruck (Austria) y poco después le llevaron a la clínica privada Wellington de Londres, ciudad en la que residía, especializada en problemas neurológicos y cerebrales, según confirmó la Casa Real holandesa en un comunicado. El parte del hospital austriaco (al que llegó tras el suceso) fue muy claro: "Los daños cerebrales después de permanecer más de 20 minutos enterrado en la nieve y tras media hora de reanimación son extensos, irreversibles y se desconoce su alcance".
Pese a que el diagnóstico no fue el mejor, los Orange siempre mantuvieron la esperanza. "Siempre tuvimos esperanza de que se curara", aseguraba el rey Guillermo en una entrevista para la televisión holandesa. En la misma recordaba que hubo señales que les hicieron creer que podría despertarse, pero los médicos les dijeron que se las tomaran "como un regalo".
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El entierro fue una ceremonia cerrada sin personas ajenas a la familia y sin pompa real. Friso dejaba viuda a Mabel de Holanda y dos hijas, Luana y Zaria. De hecho, fue su mujer quien estableció en el testamento que los gastos del funeral de Friso también salieran de la herencia y no se hiciera cargo la Casa Real, un gesto más que generoso y coherente con la situación, ya que el príncipe había renunciado a sus derechos monárquicos para casarse con ella.
Ese fue, junto al nacimiento de sus hijas, uno de los días más felices en la vida de Friso de Holanda. El príncipe conoció a Mabel en Bruselas y después de tres años de noviazgo y largos momentos de relación a distancia (Friso vivía en Londres en esos tiempos), le acabó pidiendo matrimonio en junio de 2003 durante unas vacaciones de la pareja en México. Su boda no estuvo exenta de polémica al descubrirse una relación que Mabel tuvo con el narcotraficante Klaas Bruinsma a finales de los ochenta, pero todo quedó en algo anecdótico y Mabel van Orange continúa hoy con su vida. Eso sí, su duelo por la muerte de Friso duró años y tampoco se volvió a casar.
Tenía 44 años, dos hijas y una esposa, Mabel Wisse Smit, que aguardaba su llegada en casa del viaje que había realizado a Lech (Austria) para practicar esquí. Sin embargo, ocurrió el peor de los sucesos. El príncipe Johan Friso, segundo hijo de la princesa Beatriz de Holanda y hermano del actual rey Guillermo de Holanda, fue sepultado bajo una avalancha de nieve mientras esquiaba y la falta de oxígeno propició daños cerebrales irreparables que le llevaron al coma y posteriormente a la muerte el 12 de agosto de 2013.