La Corona del Reino Unido y el cáncer: así ha lidiado con la enfermedad a lo largo de los años
Desde el diagnóstico secreto del rey Jorge VI a la transparencia de Carlos III, las cosas han cambiado mucho en Buckingham a la hora de informar a sus compatriotas
El anuncio hace unas horas de Buckingham Palace sorprendía a todo el planeta: el rey Carlos III tiene cáncer. Si un diagnóstico así supone un enorme mazazo para cualquier familia, en el caso de una real como la británica, las dificultades se multiplican al tener que combinar la preocupación en privado con el deber público. Pese a que no se ha entrado en excesivos detalles sobre el tratamiento del rey, sí hemos asistido a una moderna forma de transparencia, como ya hiciera con su tratamiento de próstata, que poco tiene que ver con la de sus predecesores en el trono.
"El Rey agradece a su equipo médico su rápida intervención, que ha sido posible gracias a su reciente procedimiento hospitalario", dice el comunicado del palacio. "Su Majestad ha decidido compartir su diagnóstico para evitar especulaciones y con la esperanza de que pueda ayudar a la comprensión pública de todos los afectados por el cáncer en todo el mundo".
Una información a años luz de cómo se ocultó a los británicos el grave estado de salud de Jorge VI. En septiembre de 1951, al padre de Isabel II, fumador empedernido, le extirparon el pulmón izquierdo por lo que se denominó eufemísticamente "anomalías estructurales". En realidad, se trataba de un carcinoma. Sin embargo, los médicos del rey ocultaron el diagnóstico al público e incluso al propio monarca.
Aunque parecía recuperarse de la intervención, murió repentinamente cinco meses después, un día como hoy en 1952. Dado que Jorge VI padecía una enfermedad vascular, en aquel momento se supuso que la causa había sido una "trombosis coronaria". Desde entonces, se ha especulado con que fue el resultado de complicaciones derivadas de la propagación de su cáncer.
La querida reina madre, de forma similar, lidió con el cáncer en privado. En la biografía póstuma de Isabel Bowes-Lyon publicada en 2009 se reveló que había sido tratada de la enfermedad en dos ocasiones. En 1966 le extirparon un tumor de colon, pero en aquel momento tan solo se comunicó que se había sometido a una operación abdominal para eliminar una obstrucción. En 1984 volvió al quirófano para que le fuera extirpado un tumor de mama. La versión oficial fue que había estado en el hospital para someterse a "pruebas". Se recuperó de ambas intervenciones y vivió hasta 2002, cuando murió a los 101 años.
En septiembre de 2022, cuando falleció Isabel II, la causa oficial de la muerte fue simplemente "vejez". Pero, según una biografía publicada dos meses después, la reina padecía un mieloma, una rara forma de cáncer óseo. Su autor, Gyles Brandreth, que había sido amigo del príncipe Felipe, afirmó que el médico de Isabel II conocía su estado desde hacía tiempo. Cuando sus afirmaciones causaron revuelo, el escritor dijo: "Realmente no quería disgustar a nadie, pero si se va a confirmar –y algún día se confirmará– al menos yo, como periodista, estoy diciendo lo que había que decir".
Tiempos modernos
La decisión del rey de hablar abiertamente de su enfermedad y su tratamiento refleja un entorno médico moderno muy diferente de aquel en el que se ocultó el cáncer a Jorge VI. Las enfermedades ya no se consideran secretos que deban guardarse bajo siete llaves.
Pero Carlos III no ha sido el primero en hablar abiertamente del cáncer. Antes que él, en 2002, la princesa Michael de Kent demostró que este no era un tema tabú, cuando reveló que había sido tratada de un cáncer de piel. Dijo que se sentía "muy afortunada" porque el cáncer no ponía en peligro su vida. En 2014, su marido señaló que consideraba privados sus asuntos médicos, pero confirmó que había sido tratado con éxito de un cáncer de próstata.
Más recientemente, la duquesa de York anunciaba que se había sometido a una mastectomía. Hace dos semanas reveló que también le habían diagnosticado un cáncer de piel. "Naturalmente, otro diagnóstico de cáncer ha sido un shock, pero estoy de buen humor y agradecida por los muchos mensajes de amor y apoyo", aseguraba Sarah Ferguson, en sintonía con el mensaje de Buckingham que afirma que Carlos III sigue siendo "totalmente positivo sobre su tratamiento".
El anuncio hace unas horas de Buckingham Palace sorprendía a todo el planeta: el rey Carlos III tiene cáncer. Si un diagnóstico así supone un enorme mazazo para cualquier familia, en el caso de una real como la británica, las dificultades se multiplican al tener que combinar la preocupación en privado con el deber público. Pese a que no se ha entrado en excesivos detalles sobre el tratamiento del rey, sí hemos asistido a una moderna forma de transparencia, como ya hiciera con su tratamiento de próstata, que poco tiene que ver con la de sus predecesores en el trono.
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