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Jim Morrison y la Alhambra de Granada: la visita que marcó el final del líder de The Doors
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50 AÑOS DE SU MUERTE

Jim Morrison y la Alhambra de Granada: la visita que marcó el final del líder de The Doors

El cantante de The Doors, miembro del legendario 'club de los 27', pasó unos días en España poco antes de fallecer en un hotel de París, el 3 de julio de 1971

Foto: Jim Morrison. (CP)
Jim Morrison. (CP)

Madrugada de un 3 de julio de 1971. En el hotel de la parisina rue Beautrellis, un joven de 27 años vive, sin saberlo, sus últimas horas. Se llama Jim Morrison y es el polémico líder de The Doors, un hombre que arrastra tras de sí detenciones, infracciones por su actitud en los conciertos y todo tipo de escándalos que lo han convertido en un héroe para mucha gente. Cuando unas horas más tarde sea encontrado muerto se especulará con el motivo de su paso al otro mundo. Una sobredosis, dicen algunos. Para otros, se trata de un simple infarto. Al no realizarse autopsia, la especulación campará a sus anchas. Unos meses antes de ese fatal desenlace, el cantante de ‘This is the end’ o la psicodélica ‘Light my fire’ había hecho una visita a Granada. Allí se quedó hechizado con los palacios nazaríes, con la Torre de la Vela y las mansas aguas de la fuente del Patio de los Leones. En la ciudad andaluza incluso se atrevió a pronosticar su propia muerte.

La historia de Granada y Morrison comenzó tiempo antes, cuando en el Hospital Americano de Neully al cantante le recomendaron irse unos días a un lugar cálido. Sus pulmones, afectados por tanto tabaco (imposible en esos años pensar en una ley antitabaco), necesitaban respirar.

placeholder Posado de The Doors. (CP)
Posado de The Doors. (CP)

Publicaba ‘Granada Hoy’ que el joven tenía especial interés en muchos lugares de nuestro país asociados a sus pasiones personales. En el caso de la ciudad de la Alhambra, sentía verdadera devoción por el periplo granadino de Washington Irving, autor de los célebres ‘Cuentos de la Alhambra’ y principal transmisor (junto a Merimée) de un romanticismo andaluz a escala mundial. El 10 de abril de 1971, Jim cogió un Peugeut Sedán, recogió a su novia, Pamela, y puso rumbo a los Pirineos con el objetivo de dejarse embaucar por España. Tras su paso por Toulouse y Barcelona, continuó bajando hasta tierras andaluzas, no sin pasar antes por Madrid y su Museo del Prado.

La pareja llegó a Granada el día 16. ‘Cuentos de la Alhambra’ era uno de los referentes literarios de Morrison y ser testigo de primera mano de las estancias donde escribió el libro su admirado Irving era el objetivo primordial de aquella visita. Los vecinos cuentan que subió desde el centro hasta el monumento durante tres días seguidos y que, sentado en uno de los bancos de los jardines del Generalife, escribió un poema que, al parecer, ha desaparecido. Tampoco es fácil encontrar la película en Super-8 que él y Pamela grabaron allí, haciendo muecas delante del Patio de los Leones. En cualquier caso, el embrujo árabe no defraudó a un joven que estaba acostumbrado al LSD y a la experimentación alucinógena. En aquella época era algo que hacía medio mundo.

placeholder El Patio de los Leones. (EFE)
El Patio de los Leones. (EFE)

Jim y Pamela estuvieron cuatro días explorando algunos rincones más de una Granada que era, más que nunca, un lugar exótico para dos habitantes de la California hippie. No sabemos, ni podemos imaginar, cuántos granadinos habrían matado por poder ver al artista, ya que su música también era de otro planeta para los ciudadanos que vivían los últimos estertores del franquismo. Algunos granadinos contaron que se alojó en el Alhambra Palace. Otros, que en realidad hizo noche en casa de unos colegas australianos. Rafael Cuéllar fue uno de los que relató aquella visita y defendió esta última hipótesis. Además, narró una anécdota que no deja de estar marcada por lo macabro.

En un local llamado la Zíngara, Morrison solicitó que pusiesen una canción de la ya entonces fallecida Janis Joplin. “Estáis bebiendo con el número tres”, les dijo a todos aquellos que se acercaban a él, haciendo alusión no solo a la muerte de Joplin, sino también a la de Jimy Hendrix. Como todos sabemos, la fatal premonición se acabaría cumpliendo.

placeholder Jim Morrison, en una imagen promocional. (EFE)
Jim Morrison, en una imagen promocional. (EFE)

Antes del desenlace, Jim y su chica pasaron de la Granada setentera al Gibraltar cosmpolita. Más tarde, y ya sin coche, acabaron en Tánger y Marrakech. La sombra de la Alhambra seguiría presente en la cabeza de Morrison en lo que le quedaba de vida. En el hotel parisino en el que se alojó junto a su novia, el lugar donde acabaría muriendo, también estuvo acompañado por las imágenes del monumento más visitado de España.

Aquella noche, Morrison se levantó para ir al baño. Su Pamela dormía plácidamente en una enorme cama de matrimonio. En un proyector de la habitación, aparecía el vídeo de la pareja en los recintos más espectaculares de la Alhambra. La Torre de la Vela, el Patio de Arrayanes o las aguas de las fuentes pudieron ser lo último que vio el líder de The Doors antes de morir fatídicamente y dejar para el recuerdo un bonito cadáver. El tiempo convirtió en leyenda a aquel chico de pelo encrespado, labios carnosos y voz cavernosa. Para muchos fans de esa leyenda, escuchar los acordes de ‘This is the end’ en los palacios nazaríes es una experiencia sobrecogedora.

Madrugada de un 3 de julio de 1971. En el hotel de la parisina rue Beautrellis, un joven de 27 años vive, sin saberlo, sus últimas horas. Se llama Jim Morrison y es el polémico líder de The Doors, un hombre que arrastra tras de sí detenciones, infracciones por su actitud en los conciertos y todo tipo de escándalos que lo han convertido en un héroe para mucha gente. Cuando unas horas más tarde sea encontrado muerto se especulará con el motivo de su paso al otro mundo. Una sobredosis, dicen algunos. Para otros, se trata de un simple infarto. Al no realizarse autopsia, la especulación campará a sus anchas. Unos meses antes de ese fatal desenlace, el cantante de ‘This is the end’ o la psicodélica ‘Light my fire’ había hecho una visita a Granada. Allí se quedó hechizado con los palacios nazaríes, con la Torre de la Vela y las mansas aguas de la fuente del Patio de los Leones. En la ciudad andaluza incluso se atrevió a pronosticar su propia muerte.

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