Moza bint Nasser, la jequesa de Catar que desafía la edad: la obsesión por la perfección en la realeza árabe
El reciente encuentro entre Silvia de Suecia y Moza bint Nasser ha dejado en evidencia dos concepciones radicalmente distintas del envejecimiento y la estética en la
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El reciente encuentro entre Silvia de Suecia y Moza bint Nasser ha dejado en evidencia dos concepciones radicalmente distintas del envejecimiento y la estética en la realeza. Con apenas quince años de diferencia, la reina europea muestra los signos naturales del paso del tiempo, mientras que la jequesa de Catar, con 65, luce un rostro impecable, terso y sin apenas huellas del envejecimiento. ¿Es cuestión de genética, de estilo de vida o de una intervención quirúrgica?
La obsesión por la imagen en la realeza árabe es un fenómeno que va más allá de la simple vanidad. Se trata de un símbolo de estatus, poder y diferenciación social, asegura el doctor Leo Cerrud, especialista en medicina estética.
“Estas mujeres buscan la perfección”, explica la doctora Flavia Bonina, médica estética con clínica en Madrid. En Oriente Medio, esta práctica es aceptada, pues no está prohibida por el Corán, según confirma.
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De hecho, se inicia a edades tempranas. “Ya con 20 años muchas pasan por quirófano para conseguir una armonización facial. Casi siempre empiezan por la nariz”, añade.
El canon de belleza en la realeza árabe
Las figuras femeninas más icónicas de la realeza árabe, como Rania de Jordania, la princesa saudí Ameerah Al-Taweel o Mahra Sheikha, hija del emir de Dubái, comparten ciertos rasgos estéticos que no son fruto del azar. La rinoplastia es una de las cirugías más comunes, pero no la única.
“En el caso de Rania y Moza, claramente han pasado por quirófano”, sostiene Bonina. “La reina hachemita se operó la nariz hace años y probablemente un mini lifting, además de mantener su piel con ácido hialurónico, neuromoduladores y tratamientos de colágeno”.
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El caso de Moza bint Nasser es aún más llamativo. “Ella ha jugado con más volúmenes, sobre todo en los pómulos. Su rostro es más exagerado y menos armónico que el de Rania, aunque muy bello”, explica la especialista.
A sus 65 años, la jequesa luce un cutis firme y sin arrugas visibles, un resultado que difícilmente podría lograrse solo con buenos genes y cremas caras. “Estoy seguro de que lleva de todo: infiltraciones, vitaminas, aparatología, láseres, ultrasonidos… Un arsenal de procedimientos estéticos a su disposición”, apunta Leo Cerrud.
A diferencia de la estética occidental, que busca una apariencia más natural y poco evidente, en Oriente Medio el ideal de belleza es más marcado. "La escuela árabe es una mezcla entre la estadounidense y la asiática, ambas muy exageradas, algo que aquí se puede tomar incluso como ordinario", contextualiza.
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En Europa, la discreción en los retoques estéticos ha sido una norma implícita, especialmente entre las clases pudientes. "Históricamente, una señora no debía alterarse el rostro, ni siquiera cambiar de peinado, como ocurrió con la reina Sofía, cuya melena permaneció inmutable con los años", recuerda el médico.
Sin embargo, esto está cambiando. "Hasta hace poco, la aristocracia y la alta sociedad evitaban la medicina estética por considerarla vulgar, algo propio de clases bajas o de una estética choni, influenciada por figuras como las Kardashian o Georgina Rodríguez", prosigue.
Aun así, en Occidente sigue existiendo un temor a que los retoques sean evidentes, como si se tratara de una trampa contra la autenticidad. "Aquí es donde choca una cultura con otra, en los países de Oriente no solo se acepta la intervención estética, sino que se muestra con orgullo como símbolo de estatus e incluso empoderamiento", reflexiona Cerrud.
¿Imitar a Occidente?
Existe la idea errónea de que las mujeres árabes buscan parecerse a las europeas o norteamericanas a través de la cirugía estética. Pero los expertos desmienten este mito. “No intentan copiar a nadie”, aclara Bonina.
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“Ellas tienen otro concepto de la estética. Cuidan mucho más su cara que su cuerpo, porque es lo que más enseñan", comenta la experta. Además, asegura que invierten enormes sumas de dinero en verse perfectas "porque creen que cuanto más lo sean, más éxito tendrán en la vida”.
Cerrud coincide: “Es completamente falso que las árabes quieran occidentalizarse. Tienen un ideal de belleza propio, que busca realzar los ojos rasgados y grandes, cejas marcadas, pómulos altos y mandíbulas definidas. No buscan parecerse a una sueca, sino potenciar lo que en su cultura se considera hermoso”.
Esta diferencia cultural es evidente al comparar a Moza bint Nasser con Silvia de Suecia. Mientras que la monarca europea ha envejecido con naturalidad, con arrugas visibles y un estilo sobrio; la jequesa representa el ideal de belleza árabe: piel sin imperfecciones, pómulos esculpidos y un maquillaje impecable. “El contraste es brutal”, admite Cerrud.
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Más allá de la vanidad personal, la obsesión por la imagen en la realeza árabe responde a una cuestión de presión social. Aunque hay discrepancias en la sociedad sobre si esta exigencia es una imposición machista o una elección propia, los especialistas coinciden en que la estética juega un papel crucial en la vida de estas mujeres.
"La mujer se siente presionada por estar perfecta, están en el punto de mira", sentencia la responsable de la Clínica Doctora Bonina. “La sociedad árabe es machista, pero en general, los maridos suelen estar en contra de los retoques. Muchas de ellas se operan a escondidas”, contrapone Cerrud. Para el médico es una cuestión de poder y diferenciación de clase.
El deseo de alcanzar un estándar de belleza casi inalcanzable también tiene repercusiones en la salud y la autoestima. “Cuando te haces retoques desde muy joven, el problema es que nunca quieres envejecer. Es difícil asumir que una arruga debe quedarse”, advierte Cerrud. “Es una trampa, porque al final llegas a los 60 o 70 años sin aceptar el paso del tiempo, y es cuando empiezan a aparecer los esperpentos”.
¿Hacia dónde evoluciona la estética en la realeza árabe?
En Occidente, la tendencia en medicina estética parece dirigirse hacia la naturalidad, con tratamientos regenerativos que buscan mantener la juventud sin excesos. Sin embargo, en Oriente Medio esta evolución aún no se vislumbra. “No creo que cambien a corto o medio plazo”, sostiene Bonina.
La jequesa de Catar es el mejor ejemplo de esta filosofía: con una imagen siempre impecable, representa un ideal de belleza que desafía la edad y redefine los límites entre la estética y la cirugía. Su rostro, perfectamente esculpido, es el reflejo de una sociedad donde la apariencia no es solo un deseo, sino una obligación.
El reciente encuentro entre Silvia de Suecia y Moza bint Nasser ha dejado en evidencia dos concepciones radicalmente distintas del envejecimiento y la estética en la realeza. Con apenas quince años de diferencia, la reina europea muestra los signos naturales del paso del tiempo, mientras que la jequesa de Catar, con 65, luce un rostro impecable, terso y sin apenas huellas del envejecimiento. ¿Es cuestión de genética, de estilo de vida o de una intervención quirúrgica?