La 'maldición' de los herederos de Elvis: escándalos, suicidios... y excesos de cirugía
La muerte de su nieto ha golpeado a una familia caracterizada por la ruina, la inestabilidad amorosa y los comportamientos erráticos
El impacto de la muerte de Benjamin Keough a los 27 años ha sido, con certeza, una de las noticias de la semana en un Estados Unidos que sufre el azote del covid. Entre el impacto de estar hablando del nieto del mismísimo Elvis Presley y las incertidumbres que rodean al fallecimiento, el deceso de Keough ha provocado una nueva oleada de atención hacia el clan familiar del rey del rock. Y como si se tratase de la mismísima 'In the ghetto', la impertérrita canción que contaba aquella historia de un chico nacido en los suburbios de Chicago que acababa consumido por la delincuencia y la falta de amor, Benjamin se ha convertido en otro símbolo familiar de la juventud maldita. Al contrario que el personaje de la canción (basada, por cierto, en hechos reales), su vida fácil -dicen los medios- ha sido la que lo ha acabado destruyendo.
Para discernir si existe o no una 'maldición Presley', tal y como existe una 'maldición Kennedy', otra de las grandes sagas 'made in USA', habría que repasar la vida de la que fuese mujer del astro (y abuela del joven Benjamin), Priscilla. Aunque ella misma haya calificado sus siete años de matrimonio junto a Elvis como una especie de calvario por la fama de él, lo cierto es que entonces fue la envidia de medio mundo. "Me odiaban por casarme con él, me odiaron por divorciarme. Tener a personas criticándote sin saber que estás tratando desesperadamente de ser una buena esposa, una buena madre y una buena compañera fue un camino difícil", dijo en una ocasión. Las cosas, de hecho, se torcieron para ella a partir del divorcio en 1973, cuatro años antes de que él muriese.
Después de ser la mujer de Elvis, la actriz mantuvo una relación sentimental con Marco Garibaldi desde 1984 hasta 2006, y fruto de esta relación nació en 1987 su hijo Navarone Garibaldi. Pero ni toda la solemnidad de ser la viuda oficiosa de una estrella de la música ha impedido que se burlen de sus locas relaciones posteriores. La más rocambolesca, la que la relacionó, hace un par de años, con otro icono musical, Tom Jones.
Tampoco se ha librado de cierta sorna a causa de sus retoques faciales y de su obsesión por permanecer inmune al paso del tiempo. Por culpa de una inyecciones de silicona industrial, Priscilla quedó con la mitad de la cara deformada. Cuando eso ocurrió tenía 62 años y ya había pasado varias veces por quirófano, así que recurrió a un cirujano argentino acusado de mala praxis en EEUU. La propia Presley acabaría denunciándolo al ver los desastrosos resultados y sufriría las burlas mediáticas. Priscilla no ha vivido entre loas y elogios por haber sido la pareja de un mito, como sí ha ocurrido con otra ilustre viuda (esta sí, oficial) como Yoko Ono. Sus escasas apariciones en la prensa han sido, de hecho, una especie de castigo.
Pero lo de Priscilla son solo anécdotas sin importancia comparado con lo de su hija. Si la palabra 'maldita' se puede aplicar a un miembro de la familia Presley, ese miembro tiene el nombre de Lisa Marie.
La primera desgracia tuvo que ver con su anodino matrimonio con Michael Jackson, que dejó ojiplático a medio mundo. El artista anunció en 1994 que ambos se habían casado en una ceremonia íntima y privada, pero se separaron tan solo dos años más tarde alegando las habituales “diferencias irreconciliables”. Lisa, que protagonizó junto a su entonces marido el videoclip 'You are not alone' en 1995, ha hecho comentarios en varias ocasiones sobre las acusaciones al difunto rey del pop, defendiéndolo cuando el resto del mundo lo hundía en la ciénaga de la pederastia. Además de con Michael Jackson, Lisa Marie se casó con Danny Keough (con el que tuvo a Benjamin), Michael Lockwood y con Nicolas Cage, que estaba obsesionado con la figura de su padre. Ninguno de sus cuatro enlaces terminó bien. El último divorcio, además, produjo una dura lucha por la custodia de sus hijas.
Otro de los escollos de la vida de Lisa Marie tiene que ver con la ruina económica. Hace más de un año denunció a su exmánager, Barry Siegel, con el que trabajó entre 1993 y 2006. Le acusa de perder la fortuna que habría heredado de la gestión del vasto patrimonio de su padre. ¿La razón? Siegel se habría metido en "empresas arriesgadas con la esperanza de alcanzar fama propia en la industria del entretenimiento". También fue él la persona que aconsejó a Lisa Marie vender el 85% de su participación en la empresa que gestiona el legado del cantante, Elvis Presley Enterprises. "Puso sus intereses por delante de ella para acercarse lo máximo posible al inversor y a su círculo de famosos", señaló ella al respecto.
Tras los líos judiciales, la trágica muerte de su hijo la ha golpeado con dureza. A ella y a toda la familia, que sigue impresionada y en estado de shock. "Ella adoraba a este niño. Fue el amor de su vida", dijo este lunes su representante. Los primeros indicios de la muerte de Benjamin apuntaban a un suicidio, pero la familia se ha negado a hablar del tema públicamente. Una forma de protegerse a sabiendas de que, siendo los descendientes de una leyenda, siempre estarán en el ojo público. Lo quieran o no.
El impacto de la muerte de Benjamin Keough a los 27 años ha sido, con certeza, una de las noticias de la semana en un Estados Unidos que sufre el azote del covid. Entre el impacto de estar hablando del nieto del mismísimo Elvis Presley y las incertidumbres que rodean al fallecimiento, el deceso de Keough ha provocado una nueva oleada de atención hacia el clan familiar del rey del rock. Y como si se tratase de la mismísima 'In the ghetto', la impertérrita canción que contaba aquella historia de un chico nacido en los suburbios de Chicago que acababa consumido por la delincuencia y la falta de amor, Benjamin se ha convertido en otro símbolo familiar de la juventud maldita. Al contrario que el personaje de la canción (basada, por cierto, en hechos reales), su vida fácil -dicen los medios- ha sido la que lo ha acabado destruyendo.