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Los Sussex, la piedra en el zapato de la familia real británica, como lo fueron los Windsor
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FAMILIA REAL BRITÁNICA

Los Sussex, la piedra en el zapato de la familia real británica, como lo fueron los Windsor

Aunque los duques de Windsor nunca fue invitado a la coronación de Isabel II, la idea de su mera presencia rondó el ambiente haciendo incómoda una situación que podría haber sido evitable

Foto: Isabel II, con su familia el día de su coronación. (Cordon Press)
Isabel II, con su familia el día de su coronación. (Cordon Press)

El próximo 6 de mayo, Carlos de Inglaterra será oficialmente coronado como Carlos III en la abadía de Westminster. Un hito importante y con unas grandes connotaciones históricas como sucede siempre con los hechos que atañen a la familia real británica. La última coronación fue la de la fallecida Isabel II en el año 1953. Han pasado exactamente 70 años y ambos escenarios no pueden ser más diferentes.

Los Windsor parece que no pueden sobrevivir sin tener siempre en sus filas una piedra en el zapato. Cierto es que se balancean muy bien y por uno que estropea considerablemente las cosas suelen ofrecer otro que lo hace a las mil maravillas. Pasó con el duque de Windsor y su contrapartida Isabel II y pasa ahora con el príncipe Harry y su hermano, que es justamente lo contrario a él, al menos de momento.

En ambas coronaciones hubo un hecho que empañó el solemne acto y en las dos los responsables venían de dentro de la propia familia. El enemigo en casa. Pero, más allá de eso, las diferencias son grandes y analizarlas sin la perspectiva histórica puede llevarnos a un error. Veamos cuáles son esos grandes contrastes.

El contexto histórico

Setenta años en la historia de la humanidad no han supuesto generalmente grandes cambios salvo a partir del siglo XX. El año en que fue coronada Isabel II en nada se parece al que ahora vivimos. Ni el mundo es igual ni Inglaterra se le parece. Sí es cierto que, en la época de la recordada monarca, el gran Imperio británico comenzaba su particular y lento naufragio como una gran potencia. Una deriva que la monarca recibió con tan solo 24 años y que supo manejar con una destreza inaudita pese a su inexperiencia y juventud.

Los duques de Windsor. (Getty)

La situación de Carlos III no es que sea igual, pero sí tiene muchas similitudes y es que ahora mismo la situación de los países que todavía permanecen en la Commonwealth plantean sus dudas sobre su permanencia o no en ella. Es como si los nietos hubiesen estado esperando a que falleciera la abuela para resolver sus diferencias. Si Isabel II lo tuvo difícil, su hijo lo tiene más porque el mundo ya no es el que era y el colonialismo es un concepto inadmisible en la sociedad que actualmente vivimos. Tiene, por tanto, el nuevo monarca una tarea mucho más compleja que la que tuvo su madre si cabe.

Los invitados incómodos

Es complejo establecer un análisis de la incomodidad que planteó en su día el duque de Windsor con su abdicación y la que está generando el duque de Sussex con su 'autoexilio'. El primero era el legítimo heredero del trono y el segundo es el quinto en la sucesión a este. Es bastante improbable que Harry herede el trono, para que esto sucediera tendría que abdicar su hermano o morirse él y sus tres hijos.

¿Quién de los dos hizo más daño a la Corona? Es difícil establecerlo ya que no existe un medidor que cuantifique los daños. A priori pudiera parecer que fue el duque de Windsor porque abdicó, algo prácticamente impensable en la estructura de una monarquía. Pero lo hizo con el consiguiente resquebrajamiento de esta en un momento, además, complejo. Cuando se analiza el pasado hay que tener siempre en cuenta las diferentes variables que lo conforman y la década de finales de los cuarenta fue tremendamente convulsa en Europa en general.

Si bien la abdicación fue en 1936, antes de la II Guerra Mundial, los inicios de la monarquía de Isabel se dieron en un contexto complejo, todo en desorden. Europa estaba dividida en dos bloques enfrentados, el Holocausto era reciente y las relaciones internacionales entre las potencias de ambos ejes eran profundamente inestables. Que uno de los países que representaba la tradición y la estabilidad saliera con un problema 'doméstico' y por amor de tales dimensiones fue un terremoto bajo los cimientos de Buckingham Palace. De repente todo parecía desmoronarse, pero el temple y buen hacer de la joven reina paralizó la debacle, enderezó el árbol torcido y continuó durante 70 años un reinado, no exento de problemas, pero equilibrado y con unos resultados más que notables.

Además de su abdicación, hubo un hecho todavía más grave que amenazó ya no solo la Corona, sino las relaciones de Gran Bretaña con sus aliados, y fue el hecho de la conspiración que mantuvo el exrey con los nazis para recuperar para sí mismo el trono. Un hecho que, de haberse sabido en su momento, hubiera dinamitado todo.

Lo que antes no había y ahora sí

Si la abdicación de un rey es más grave que el autoexilio del quinto en la sucesión al trono, ¿cómo es posible que haga más daño a la Corona lo que Harry está haciendo? Por los medios de comunicación y las redes sociales. Isabel II, auspiciada por su marido, el duque de Edimburgo, fue la primera monarca en televisar su coronación. Un hecho histórico que trajo consecuencias positivas y negativas. Por un lado, acercó al pueblo el sentir y hacer de una familia, la real; por el otro, abrió una puerta que ya jamás ha vuelto a cerrarse, la de la intimidad, con lo que esto conlleva; cercanía sí, pero pérdida de misterio también.

Sin embargo, Isabel II no tuvo que lidiar, ni de lejos, no al menos en las primeras décadas de su reinado, con una prensa impertinente que vino a sustituir la antigua corte que todos los reyes siempre tienen. En palabras del catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Navarra Pablo Pérez, “la prensa se convirtió en el invitado perpetuo”. Y, por supuesto, incomodísimo. La nueva corte, la que siempre tienen las monarquías, pasó a ser el escrutinio de los periódicos, especialmente los amarillos.

Si ya la reina Isabel II conoció las feroces fauces de la prensa inglesa en los últimos 30 años de su reinado (desde la época del compromiso de su hijo con Lady Di), el rey Carlos III afronta un escenario de lo más cruel, ya que en cada ciudadano hay un 'paparazzi' molesto que puede sacar cualquier situación de contexto. Los duques de Sussex han jugado fabulosamente a su favor la baza que los mass media y las redes sociales les han puesto en bandeja. Se sirven y nutren de ellos para dar la imagen lastimera y onerosa que obtienen. Pero eso también tiene su parte negativa: cansan y puede provocar el efecto boomerang; esto es, que el pueblo termine poniéndose en contra de ellos y a favor de la monarquía como ya parece que está sucediendo.

placeholder Isabel II, en un retrato el día de su coronación. (Victoria and Albert Museum/Cecil Beaton)
Isabel II, en un retrato el día de su coronación. (Victoria and Albert Museum/Cecil Beaton)

La reciente noticia de la invitación de Carlos III a su hijo y nuera a la coronación ha sido un acierto. No hacerlo los hubiera dejado como unas víctimas y al rey como un déspota insensible. Lo que no se sabe todavía es si irán o no. De no hacerlo se abriría una brecha todavía más grande de la que ya existe.

Y es que lo que sí que no ha variado demasiado es la actitud flemática que siempre ha acompañado a la dinastía Windsor. A pesar de los ataques del duque de Windsor, la reina Isabel II jamás se pronunció (en público, se entiende). Y Carlos III y su hijo el príncipe de Gales hacen lo mismo: no se pronuncian. Pero la diferencia entre ambos silencios es que el de la reina era lo que el pueblo esperaba, y en el caso de Carlos III no. El pueblo necesita el alimento al que está acostumbrado, tiene sed de transparencia y esa delgada línea entre explicar pero no contar es delicadísima, por eso ahora más que nunca el monarca inglés necesita un buen equipo que gestione su reputación con los mecanismos acordes a la sociedad actual.

¿Cómo resolverlo? No será fácil y, tal y como lo explica el experto en reputación de marca Julio de la Torre, “de la transparencia al exhibicionismo morboso hay una gran diferencia y no puede un pueblo pretender la defensa de su privacidad y de su intimidad frente a la injerencia de seres extraños como pueden ser todos aquellos que en el mundo digital se apropian de sus datos personales y no pretender esa misma protección de la intimidad y la privacidad a la familia real. Por tanto, el derecho a saber ha de acompasarse con el derecho a esa intimidad, un difícil equilibrio que solo la prensa de un código de autoexigencia puede lograr como en otras épocas se lograron de respeto y silencio para con la prensa, la radio y la televisión”.

*Gema Lendoiro es periodista y doctoranda en Historia Moderna por la Universidad de Navarra

El próximo 6 de mayo, Carlos de Inglaterra será oficialmente coronado como Carlos III en la abadía de Westminster. Un hito importante y con unas grandes connotaciones históricas como sucede siempre con los hechos que atañen a la familia real británica. La última coronación fue la de la fallecida Isabel II en el año 1953. Han pasado exactamente 70 años y ambos escenarios no pueden ser más diferentes.

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